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Incluso han llegado a cerrar las puertas del atrio, apagando las lámparas y dejando de quemar incienso y de ofrecer holocaustos en el santuario al Dios de Israel. Por eso el Señor se ha enfurecido contra Judá y Jerusalén y las ha convertido en objeto de espanto, estupefacción y burla, como están viendo con sus propios ojos. Por eso nuestros mayores murieron a espada, y nuestros hijos, hijas y mujeres fueron deportados.

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