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Victoria sobre Moab y Amón

20 Pasadas estas cosas, aconteció que los hijos de Moab y de Amón, y con ellos otros de los amonitas, vinieron contra Josafat a la guerra. Y acudieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: Contra ti viene una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria; y he aquí están en Hazezon-tamar, que es En-gadi. Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová; y también de todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová.

Entonces Josafat se puso en pie en la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la casa de Jehová, delante del atrio nuevo; y dijo: Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista? Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Abraham tu amigo(A) para siempre? Y ellos han habitado en ella, y te han edificado en ella santuario a tu nombre, diciendo: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y delante de ti (porque tu nombre está en esta casa), y a causa de nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás. 10 Ahora, pues, he aquí los hijos de Amón y de Moab, y los del monte de Seir, a cuya tierra no quisiste que pasase Israel cuando venía de la tierra de Egipto,(B) sino que se apartase de ellos, y no los destruyese; 11 he aquí ellos nos dan el pago viniendo a arrojarnos de la heredad que tú nos diste en posesión. 12 ¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgarás tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos.

13 Y todo Judá estaba en pie delante de Jehová, con sus niños y sus mujeres y sus hijos. 14 Y estaba allí Jahaziel hijo de Zacarías, hijo de Benaía, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos de Asaf, sobre el cual vino el Espíritu de Jehová en medio de la reunión; 15 y dijo: Oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. 16 Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. 17 No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con vosotros.(C)

18 Entonces Josafat se inclinó rostro a tierra, y asimismo todo Judá y los moradores de Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová. 19 Y se levantaron los levitas de los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar a Jehová el Dios de Israel con fuerte y alta voz.

20 Y cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados. 21 Y habido consejo con el pueblo, puso a algunos que cantasen y alabasen a Jehová, vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía la gente armada, y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque su misericordia es para siempre. 22 Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros. 23 Porque los hijos de Amón y Moab se levantaron contra los del monte de Seir para matarlos y destruirlos; y cuando hubieron acabado con los del monte de Seir, cada cual ayudó a la destrucción de su compañero.

24 Y luego que vino Judá a la torre del desierto, miraron hacia la multitud, y he aquí yacían ellos en tierra muertos, pues ninguno había escapado. 25 Viniendo entonces Josafat y su pueblo a despojarlos, hallaron entre los cadáveres muchas riquezas, así vestidos como alhajas preciosas, que tomaron para sí, tantos, que no los podían llevar; tres días estuvieron recogiendo el botín, porque era mucho. 26 Y al cuarto día se juntaron en el valle de Beraca; porque allí bendijeron a Jehová, y por esto llamaron el nombre de aquel paraje el valle de Beraca,[a] hasta hoy. 27 Y todo Judá y los de Jerusalén, y Josafat a la cabeza de ellos, volvieron para regresar a Jerusalén gozosos, porque Jehová les había dado gozo librándolos de sus enemigos. 28 Y vinieron a Jerusalén con salterios, arpas y trompetas, a la casa de Jehová. 29 Y el pavor de Dios cayó sobre todos los reinos de aquella tierra, cuando oyeron que Jehová había peleado contra los enemigos de Israel. 30 Y el reino de Josafat tuvo paz, porque su Dios le dio paz por todas partes.

Resumen del reinado de Josafat

(1 R. 22.41-50)

31 Así reinó Josafat sobre Judá; de treinta y cinco años era cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Azuba, hija de Silhi. 32 Y anduvo en el camino de Asa su padre, sin apartarse de él, haciendo lo recto ante los ojos de Jehová. 33 Con todo eso, los lugares altos no fueron quitados; pues el pueblo aún no había enderezado su corazón al Dios de sus padres.

34 Los demás hechos de Josafat, primeros y postreros, he aquí están escritos en las palabras de Jehú hijo de Hanani, del cual se hace mención en el libro de los reyes de Israel.

35 Pasadas estas cosas, Josafat rey de Judá trabó amistad con Ocozías rey de Israel, el cual era dado a la impiedad, 36 e hizo con él compañía para construir naves que fuesen a Tarsis; y construyeron las naves en Ezión-geber. 37 Entonces Eliezer hijo de Dodava, de Maresa, profetizó contra Josafat, diciendo: Por cuanto has hecho compañía con Ocozías, Jehová destruirá tus obras. Y las naves se rompieron, y no pudieron ir a Tarsis.

Footnotes

  1. 2 Crónicas 20:26 Esto es, Bendición.

Josafat derrota a Moab y Amón

20 Después de esto, los moabitas, los amonitas y algunos de los meunitas[a] le declararon la guerra a Josafat y alguien fue a informarle: «Del otro lado del mar Muerto y de Edom[b] viene contra ti una gran multitud. Ahora están en Jazezón Tamar, es decir, en Engadi». Atemorizado, Josafat decidió consultar al Señor y proclamó un ayuno en todo Judá. Los habitantes de todas las ciudades de Judá llegaron para pedir juntos la ayuda del Señor.

En el Templo del Señor, frente al atrio nuevo, Josafat se puso de pie ante la asamblea de Judá y de Jerusalén y dijo:

«Señor, Dios de nuestros antepasados, ¿no eres tú el Dios del cielo y el que gobierna a todas las naciones? ¡Es tal tu fuerza y tu poder que no hay quien pueda resistirte! ¿No fuiste tú, Dios nuestro, quien a los ojos de tu pueblo Israel expulsó a los habitantes de esta tierra? ¿Y no fuiste tú quien les dio para siempre esta tierra a los descendientes de tu amigo Abraham? Ellos la habitaron y construyeron un santuario en honor de tu Nombre, diciendo: “Cuando nos sobrevenga una calamidad, o un castigo por medio de la espada, o la plaga o el hambre, si nos congregamos ante ti, en este templo que lleva tu Nombre, y clamamos a ti en medio de nuestra aflicción, tú nos escucharás y nos salvarás”.

10 »Cuando Israel salió de Egipto, tú no le permitiste que invadiera a los amonitas, ni a los moabitas ni a los del monte de Seír, sino que lo enviaste por otro camino para que no destruyera a esas naciones. 11 ¡Mira cómo nos pagan ahora, viniendo a arrojarnos de la tierra que tú nos diste como herencia! 12 Dios nuestro, ¿acaso no vas a dictar sentencia contra ellos? Nosotros no podemos oponernos a esa gran multitud que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer! Pero en ti hemos puesto nuestra esperanza».

13 Todos los hombres de Judá estaban de pie delante del Señor, junto con sus mujeres y sus hijos, aun los más pequeños.

14 Entonces el Espíritu del Señor vino sobre Jahaziel, hijo de Zacarías y descendiente en línea directa de Benaías, Jeyel y Matanías. Este último era un levita de los hijos de Asaf que se encontraba en la asamblea.

15 Y dijo Jahaziel: «Escuchen, habitantes de Judá y de Jerusalén, y escuche también usted, rey Josafat. Así dice el Señor: “No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército, porque la batalla no es de ustedes, sino mía. 16 Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis, ustedes saldrán contra ellos y los encontrarán junto al arroyo, frente al desierto de Jeruel. 17 Pero ustedes no tendrán que intervenir en esta batalla. Simplemente, quédense quietos en sus puestos, para que vean la salvación que el Señor les dará. ¡Habitantes de Judá y de Jerusalén, no tengan miedo ni se acobarden! Salgan mañana contra ellos, porque el Señor, estará con ustedes”».

18 Josafat y todos los habitantes de Judá y de Jerusalén se postraron rostro en tierra y adoraron al Señor. 19 Los levitas de los hijos de Coat y de Coré se pusieron de pie para alabar al Señor Dios de Israel a voz en cuello.

20 Al día siguiente, madrugaron y fueron al desierto de Tecoa. Mientras avanzaban, Josafat se detuvo y dijo: «Habitantes de Judá y de Jerusalén, escúchenme: ¡Confíen en el Señor su Dios y estarán seguros! ¡Confíen en sus profetas y tendrán éxito!».

21 Después de consultar con el pueblo, Josafat designó a los que irían al frente del ejército para cantar al Señor y alabar la hermosura de su santidad[c] con el cántico:

«Den gracias al Señor,
    pues su gran amor perdura para siempre».

22 Tan pronto como empezaron a entonar este cántico de alabanza, el Señor puso emboscadas contra los amonitas, los moabitas y los del monte de Seír que habían venido contra Judá y los derrotó. 23 De hecho, los amonitas y los moabitas atacaron a los habitantes de los montes de Seír y los mataron hasta aniquilarlos. Luego de exterminar a los habitantes de Seír, ellos mismos se atacaron y se mataron unos a otros.

24 Cuando los hombres de Judá llegaron a la torre del desierto para ver el gran ejército enemigo, no vieron sino los cadáveres que yacían en tierra. ¡Ninguno había escapado con vida! 25 Entonces Josafat y su gente fueron para apoderarse del botín. Entre los cadáveres encontraron muchas riquezas, vestidos y joyas preciosas. Cada uno se apoderó de todo lo que quiso hasta más no poder. Era tanto el botín que tardaron tres días en recogerlo. 26 El cuarto día se congregaron en el valle de Beracá, y alabaron al Señor; por eso llamaron a ese lugar el valle de Beracá,[d] nombre con el que hasta hoy se le conoce.

27 Más tarde, todos los de Judá y Jerusalén, con Josafat a la cabeza, regresaron a Jerusalén llenos de alegría porque el Señor los había librado de sus enemigos. 28 Al llegar a Jerusalén, fueron al Templo del Señor al son de liras, arpas y trompetas.

29 Al oír las naciones de la tierra cómo el Señor había peleado contra los enemigos de Israel, el temor de Dios se apoderó de ellas. 30 Por lo tanto, el reinado de Josafat disfrutó de tranquilidad y Dios le dio paz por todas partes.

Fin del reinado de Josafat(A)

31 Josafat tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar en Judá y reinó en Jerusalén veinticinco años. El nombre de su madre era Azuba, hija de Siljí. 32 Siguió el buen ejemplo de su padre Asá y nunca se desvió de él, sino que hizo lo que agrada al Señor. 33 Sin embargo, no se quitaron los altares paganos, pues el pueblo aún no se había consagrado al Dios de sus antepasados.

34 Los demás acontecimientos del reinado de Josafat, desde el primero hasta el último, están escritos en las crónicas de Jehú, hijo de Jananí, que forman parte del libro de los reyes de Israel.

35 Después de esto, Josafat, rey de Judá, se alió con el perverso Ocozías, rey de Israel, 36 para construir una flota mercante que iría a Tarsis. Los barcos los hacían en Ezión Guéber. 37 Entonces Eliezer, hijo de Dodías, de Maresá, profetizó contra Josafat: «Por haberte aliado con Ocozías, el Señor destruirá lo que estás haciendo». En efecto, los barcos naufragaron y no pudieron ir a Tarsis.

Footnotes

  1. 20:1 meunitas (LXX); amonitas (TM).
  2. 20:2 Edom (un ms. hebreo y Vetus Latina); Aram (TM).
  3. 20:21 hermosura de su santidad. Alt. vestidos de ropas sagradas.
  4. 20:26 En hebreo, Beracá significa bendición o alabanza.

Victoria sobre Moab y Amón

20 Algún tiempo después, los moabitas y los amonitas, aliados con los meunitas, atacaron a Josafat; entonces fueron algunos a decirle: «¡De Edom, del otro lado del Mar Muerto, viene un gran ejército contra ti! ¡Ya están en Hasesón-tamar!» (Hasesón-tamar es lo mismo que En-gadi.)

Josafat sintió miedo y decidió acudir al Señor. Así que anunció un ayuno en todo Judá, y la gente de Judá se reunió para pedir ayuda al Señor. De todas las ciudades de Judá llegó gente. Josafat se puso de pie en medio del pueblo de Judá que se había reunido en Jerusalén, frente al atrio nuevo del templo del Señor, y exclamó: «Señor, Dios de nuestros antepasados, ¡tú eres el Dios del cielo, tú gobiernas a todas las naciones! ¡En tus manos están la fuerza y el poder: nadie puede oponerte resistencia! Dios nuestro, tú arrojaste de la presencia de tu pueblo Israel a los habitantes de este territorio y se lo diste para siempre a los descendientes de Abraham, tu amigo. Después de haberse establecido aquí, construyeron un templo para ti, y dijeron: “Si nos viene algún mal como castigo, sea la guerra, la peste o el hambre, nos presentaremos delante de este templo, porque tú estás en este templo, y en nuestras angustias te pediremos ayuda, y tú nos escucharás y nos salvarás.” 10 Pues ahora, aquí están los amonitas, los moabitas y los de la montaña de Seír, en cuyos territorios no quisiste que entraran los israelitas cuando venían de Egipto, sino que se apartaron de ellos y no los destruyeron. 11 En pago de eso, ahora nos atacan para arrojarnos de tu propiedad, la tierra que tú nos diste como propiedad. 12 Dios nuestro, ¿no vas a castigarlos? Pues nosotros no tenemos fuerza suficiente para hacer frente a ese gran ejército que nos ataca. ¡No sabemos qué hacer; por eso tenemos los ojos puestos en ti!»

13 Todo Judá estaba de pie delante del Señor, incluyendo sus mujeres y sus hijos, aun los niños más pequeños. 14 Y estando todo el pueblo reunido, Jahaziel, hijo de Zacarías y nieto de Benaías, el cual era hijo de Jeiel y nieto de Matanías, un levita descendiente de Asaf, quedó poseído por el espíritu del Señor 15 y dijo: «Pongan atención, habitantes de Judá y de Jerusalén, y tú, rey Josafat. El Señor les dice: “No tengan miedo ni se asusten ante ese gran ejército, porque esta guerra no es de ustedes sino de Dios. 16 Bajen mañana a atacarlos. Vienen subiendo por la cuesta de Sis, y ustedes los encontrarán en el extremo del arroyo que está frente al desierto de Jeruel. 17 No son ustedes los que van a pelear esta batalla. Tomen posiciones, esténse quietos y verán cómo el Señor los librará. ¡Habitantes de Jerusalén y de todo Judá, no tengan miedo ni se asusten; marchen mañana contra ellos, porque el Señor está con ustedes!”»

18 Entonces Josafat se arrodilló y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y los habitantes de Judá y Jerusalén se postraron ante el Señor para adorarlo. 19 Y los levitas descendientes de Quehat y los descendientes de Coré empezaron a alabar en voz muy alta al Señor, Dios de Israel.

20 A la mañana siguiente se levantaron temprano para ponerse en camino hacia el desierto de Tecoa. Y en el momento de salir, Josafat se puso de pie para decirles: «Escúchenme, habitantes de Jerusalén y de Judá: confíen en el Señor, su Dios, y se sentirán seguros; confíen en sus profetas, y todo les saldrá bien.»

21 Y después de consultar con el pueblo, nombró algunos cantores para que, vestidos con ropas sagradas y marchando al frente de las tropas, alabaran al Señor con el himno: «Den gracias al Señor, porque su amor es eterno.»

22 Luego, en el momento en que empezaron a cantar con alegría himnos de alabanza, el Señor creó confusión entre los amonitas, los moabitas y los de la montaña de Seír, que venían a atacar a Judá, y fueron derrotados. 23 Pues los amonitas y los moabitas atacaron a los de la montaña de Seír y los destruyeron por completo, y después de acabar con ellos, se destruyeron unos a otros. 24 Cuando los hombres de Judá llegaron al sitio desde donde se ve el desierto, y miraron hacia el ejército enemigo, sólo vieron cadáveres tendidos en el suelo. ¡Nadie había logrado escapar! 25 Entonces acudieron Josafat y su gente a recoger lo que habían dejado los enemigos, y encontraron gran cantidad de ganado, armas, vestidos y objetos valiosos, y se apoderaron de todo. Había tantas cosas, que no podían llevárselas. Era tal la cantidad, que estuvieron tres días recogiendo cosas.

26 El cuarto día se reunieron en el valle de Beracá, y allí bendijeron al Señor. Por eso llamaron aquel lugar el valle de Beracá, nombre que lleva hasta hoy. 27 Después todos los hombres de Judá y Jerusalén, con Josafat al frente, regresaron a Jerusalén muy contentos, porque el Señor les había dado motivo de alegría a costa de sus enemigos. 28 Cuando llegaron a Jerusalén, fueron al templo del Señor al son de salterios, cítaras y trompetas.

29 Al saber que el Señor había luchado contra los enemigos de Israel, todas las naciones se llenaron de miedo a Dios. 30 Y así el reinado de Josafat siguió tranquilo, porque Dios le concedió paz con los países vecinos.

Resumen del reinado de Josafat(A)

31 Josafat reinó, pues, sobre Judá. Tenía treinta y cinco años cuando comenzó a reinar, y veinticinco años reinó en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, y era hija de Silhí.

32 Josafat se condujo con rectitud, como Asá, su padre. Sus hechos fueron rectos a los ojos del Señor. 33 Sin embargo, los santuarios en lugares altos no fueron quitados, pues el pueblo todavía no estaba firme en su propósito de seguir al Dios de sus antepasados.

34 El resto de su historia, desde el comienzo hasta el fin, está escrito en las crónicas de Jehú, hijo de Hananí, y está incluido en el libro de los reyes de Israel.

35 Más tarde, Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de Israel, el cual se comportaba perversamente. 36 Se hizo su socio para construir barcos para ir a Tarsis, y los construyeron en Esión-guéber. 37 Entonces Eliézer de Maresá, hijo de Dodavahu, pronunció contra Josafat esta profecía: «El Señor va a hacer pedazos lo que tú has hecho, por haberte asociado con Ocozías.» Y, en efecto, los barcos se hicieron pedazos y ya no pudieron ir a Tarsis.

Josafat vence a Moab y a Amón

20 Después de esto, los moabitas, los amonitas, y parte de los meunitas, se unieron para atacar a Josafat. Los mensajeros de Josafat le dieron aviso, diciéndole: «¡Un ejército muy numeroso viene a atacarte! Partió de Edom, del otro lado del Mar Muerto, y ya está muy cerca, en la ciudad de En-gadi».

Josafat, lleno de miedo, buscó la ayuda de Dios, y para mostrar su angustia le pidió a todo su pueblo que no comiera. 4-5 De todas las ciudades de Judá llegó gente a Jerusalén para pedir la ayuda de Dios. Al ver a la multitud, Josafat se puso de pie, frente al patio nuevo que está en la entrada del templo de Dios, y oró así:

«Dios de nuestros antepasados, ¡tú estás en los cielos, y dominas a todas las naciones de la tierra! ¡La fuerza y el poder te pertenecen! ¡Nadie puede vencerte!

»Dios nuestro, tú expulsaste a los pueblos que antes vivían en este territorio, y nos lo diste a nosotros, que somos descendientes de tu amigo Abraham.

»Éste ha sido nuestro país, y en él edificamos un templo para honrarte; allí hicimos esta oración: “Si en alguna ocasión nos castigas con toda clase de males, y en medio de nuestras angustias venimos a buscarte a este templo, escúchanos y ayúdanos”.

10-11 »Cuando nuestros antepasados salieron de Egipto, tú no les permitiste entrar al territorio de Amón, Moab y Seír, sino que les mandaste que fueran por otro camino. Así evitaste que ellos destruyeran a esos pueblos. Pero ahora los ejércitos de esa gente nos están atacando, y nos quieren echar del territorio que tú nos diste.

12 »Dios nuestro, ¡castígalos! Nosotros no podemos hacerle frente a un ejército tan grande. ¡Ni siquiera sabemos qué hacer! Por eso nos dirigimos a ti en busca de ayuda».

13 Todo el pueblo de Judá, hombres, mujeres y niños, estaba de pie en el templo de Dios. 14 Allí también se encontraba uno de los ayudantes de los sacerdotes, llamado Jahaziel hijo de Zacarías. Éstos son los antepasados de Jahaziel:

Asaf,

Matanías,

Jeiel,

Benaías,

Zacarías.

De pronto, el espíritu de Dios le dio este mensaje a Jahaziel, 15-17 quien dijo:

«¡Rey Josafat, y todos los que viven en Judá y en Jerusalén, escuchen bien esto! Dios dice que él peleará contra ese ejército tan numeroso, así que no se alarmen ni tengan miedo.

»El día de mañana, ellos subirán por la cuesta de Sis; ustedes salgan a encontrarlos donde termina el río que está frente al desierto de Jeruel. Pero no los ataquen; más bien quédense quietos allí, y sean testigos de cómo Dios peleará contra ellos».

18 Entonces Josafat se puso de rodillas, hasta tocar el suelo con la frente, y todos los que estaban con él también se arrodillaron ante Dios y lo adoraron. 19 Mientras tanto, los descendientes de Quehat y de Coré, de la tribu de Leví, se pusieron de pie, alzaron su voz y empezaron a cantar alabanzas a Dios.

20 Al día siguiente, se levantaron muy temprano y se prepararon para ir hacia el desierto de Tecoa. Cuando iban saliendo de Jerusalén, Josafat se puso de pie y les dijo: «Escúchenme con atención, todos los que viven en Jerusalén y en Judá: Confíen en nuestro Dios, y en sus profetas; si lo hacen, todo saldrá bien; ¡nada nos sucederá!»

21 Luego Josafat se puso de acuerdo con el pueblo, y eligió a varios cantores para que marcharan al frente del ejército, y fueran cantando y alabando a Dios con el himno que dice: «Den gracias a Dios, porque él nunca deja de amarnos». Los cantores marcharon, vestidos con sus trajes especiales, 22-23 y en cuanto empezaron a cantar, Dios confundió a los enemigos de Judá. Fue tal la confusión, que los amonitas y los moabitas atacaron a los de Seír, hasta que acabaron con todos. Luego, los amonitas y los moabitas se pelearon entre ellos, y acabaron matándose unos a otros. Así fue como cayeron derrotados.

24-25 Cuando el ejército de Judá llegó hasta el punto desde el cual se ve el desierto, sólo vieron un montón de cadáveres regados por todos lados. ¡No quedó nadie con vida!

Entonces Josafat y su ejército fueron a apoderarse de las pertenencias de sus enemigos. Encontraron gran cantidad de alimentos, ropa y utensilios valiosos; era tanto lo que había, que pasaron tres días recogiéndolo todo, y ni aun así pudieron llevárselo.

26 Al cuarto día se reunieron en un valle para bendecir a Dios. Por eso, hasta el día en que se escribió esta historia, a ese lugar se le conoce como «Valle de Bendición».

27 Y como Dios les había dado una gran alegría por la derrota de sus enemigos, todos los hombres de Judá y de Jerusalén regresaron muy felices a Jerusalén, bajo el mando de Josafat. 28 Al llegar, se dirigieron al templo de Dios tocando arpas, instrumentos de cuerdas y trompetas.

29 Cuando los demás pueblos de la región se enteraron de que Dios mismo había peleado contra los enemigos de Israel, tuvieron mucho miedo 30 y ya no se atrevieron a pelear contra Israel. Desde entonces, el reinado de Josafat gozó de mucha tranquilidad.

Resumen del reinado de Josafat (1 R 22.41-50)

31 Josafat tenía treinta y cinco años de edad cuando fue nombrado rey, y reinó en Jerusalén veinticinco años. Su madre se llamaba Azubá, y era hija de Silhí.

32 Josafat se comportó siempre bien, y obedeció a Dios en todo, así como lo había hecho su padre Asá. 33 Sin embargo, Josafat no destruyó los pequeños templos que había en las colinas, donde se adoraba a otros dioses, pues no todos amaban a Dios con sinceridad.

34-37 A pesar de que Ocozías, rey de Israel, era un hombre malvado, Josafat también se unió a él, y juntos construyeron barcos en el puerto de Esión-guéber, para enviarlos a Tarsis. Fue entonces cuando Eliézer hijo de Dodavahu, de la ciudad de Maresá, le dio a Josafat este mensaje de parte de Dios: «A Dios no le agradó que te unieras a Ocozías, y por eso destruirá los barcos que has construido».

Y así sucedió; los barcos se hundieron y no pudieron partir hacia Tarsis.

La historia de Josafat, de principio a fin, está escrita en «Las historias de Jehú hijo de Hananí», que son parte del libro de la historia de los reyes de Israel.

Setenta años de desolación

25 Palabra que vino a Jeremías acerca de todo el pueblo de Judá en el año cuarto de Joacim(A) hijo de Josías, rey de Judá, el cual era el año primero de Nabucodonosor rey de Babilonia; la cual habló el profeta Jeremías a todo el pueblo de Judá y a todos los moradores de Jerusalén, diciendo: Desde el año trece de Josías hijo de Amón, rey de Judá, hasta este día, que son veintitrés años, ha venido a mí palabra de Jehová, y he hablado desde temprano y sin cesar; pero no oísteis. Y envió Jehová a vosotros todos sus siervos los profetas, enviándoles desde temprano y sin cesar; pero no oísteis, ni inclinasteis vuestro oído para escuchar cuando decían: Volveos ahora de vuestro mal camino y de la maldad de vuestras obras, y moraréis en la tierra que os dio Jehová a vosotros y a vuestros padres para siempre; y no vayáis en pos de dioses ajenos, sirviéndoles y adorándoles, ni me provoquéis a ira con la obra de vuestras manos; y no os haré mal. Pero no me habéis oído, dice Jehová, para provocarme a ira con la obra de vuestras manos para mal vuestro.

Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos: Por cuanto no habéis oído mis palabras, he aquí enviaré y tomaré a todas las tribus del norte, dice Jehová, y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores, y contra todas estas naciones en derredor; y los destruiré, y los pondré por escarnio y por burla y en desolación perpetua. 10 Y haré que desaparezca de entre ellos la voz de gozo y la voz de alegría, la voz de desposado y la voz de desposada,(B) ruido de molino y luz de lámpara.(C) 11 Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años.(D) 12 Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre. 13 Y traeré sobre aquella tierra todas mis palabras que he hablado contra ella, con todo lo que está escrito en este libro, profetizado por Jeremías contra todas las naciones. 14 Porque también ellas serán sojuzgadas por muchas naciones y grandes reyes; y yo les pagaré conforme a sus hechos, y conforme a la obra de sus manos.

La copa de ira para las naciones

15 Porque así me dijo Jehová Dios de Israel: Toma de mi mano la copa del vino de este furor, y da a beber de él a todas las naciones a las cuales yo te envío. 16 Y beberán, y temblarán y enloquecerán, a causa de la espada que yo envío entre ellas.

17 Y tomé la copa de la mano de Jehová, y di de beber a todas las naciones, a las cuales me envió Jehová: 18 a Jerusalén, a las ciudades de Judá y a sus reyes, y a sus príncipes, para ponerlos en ruinas, en escarnio y en burla y en maldición, como hasta hoy; 19 a Faraón rey de Egipto, a sus siervos, a sus príncipes y a todo su pueblo; 20 y a toda la mezcla de naciones, a todos los reyes de tierra de Uz, y a todos los reyes de la tierra de Filistea, a Ascalón, a Gaza, a Ecrón y al remanente de Asdod; 21 a Edom, a Moab y a los hijos de Amón; 22 a todos los reyes de Tiro, a todos los reyes de Sidón, a los reyes de las costas que están de ese lado del mar; 23 a Dedán, a Tema y a Buz, y a todos los que se rapan las sienes; 24 a todos los reyes de Arabia, a todos los reyes de pueblos mezclados que habitan en el desierto; 25 a todos los reyes de Zimri, a todos los reyes de Elam, a todos los reyes de Media; 26 a todos los reyes del norte, los de cerca y los de lejos, los unos con los otros, y a todos los reinos del mundo que están sobre la faz de la tierra; y el rey de Babilonia beberá después de ellos.

27 Les dirás, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Bebed, y embriagaos, y vomitad, y caed, y no os levantéis, a causa de la espada que yo envío entre vosotros. 28 Y si no quieren tomar la copa de tu mano para beber, les dirás tú: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tenéis que beber. 29 Porque he aquí que a la ciudad en la cual es invocado mi nombre yo comienzo a hacer mal; ¿y vosotros seréis absueltos? No seréis absueltos; porque espada traigo sobre todos los moradores de la tierra, dice Jehová de los ejércitos.

30 Tú, pues, profetizarás contra ellos todas estas palabras y les dirás: Jehová rugirá desde lo alto, y desde su morada santa dará su voz; rugirá fuertemente contra su morada; canción de lagareros cantará contra todos los moradores de la tierra. 31 Llegará el estruendo hasta el fin de la tierra, porque Jehová tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda carne; entregará los impíos a espada, dice Jehová.

32 Así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que el mal irá de nación en nación, y grande tempestad se levantará de los fines de la tierra. 33 Y yacerán los muertos de Jehová en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el otro; no se endecharán ni se recogerán ni serán enterrados; como estiércol quedarán sobre la faz de la tierra. 34 Aullad, pastores, y clamad; revolcaos en el polvo, mayorales del rebaño; porque cumplidos son vuestros días para que seáis degollados y esparcidos, y caeréis como vaso precioso. 35 Y se acabará la huida de los pastores, y el escape de los mayorales del rebaño. 36 ¡Voz de la gritería de los pastores, y aullido de los mayorales del rebaño! Porque Jehová asoló sus pastos. 37 Y los pastos delicados serán destruidos por el ardor de la ira de Jehová. 38 Dejó cual leoncillo su guarida; pues asolada fue la tierra de ellos por la ira del opresor, y por el furor de su saña.

Jeremías es amenazado de muerte

26 En el principio del reinado de Joacim(E) hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra de Jehová, diciendo: Así ha dicho Jehová: Ponte en el atrio de la casa de Jehová, y habla a todas las ciudades de Judá, que vienen para adorar en la casa de Jehová, todas las palabras que yo te mandé hablarles; no retengas palabra. Quizá oigan, y se vuelvan cada uno de su mal camino, y me arrepentiré yo del mal que pienso hacerles por la maldad de sus obras. Les dirás, pues: Así ha dicho Jehová: Si no me oyereis para andar en mi ley, la cual puse ante vosotros, para atender a las palabras de mis siervos los profetas, que yo os envío desde temprano y sin cesar, a los cuales no habéis oído, yo pondré esta casa como Silo,(F) y esta ciudad la pondré por maldición a todas las naciones de la tierra.

Y los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías hablar estas palabras en la casa de Jehová. Y cuando terminó de hablar Jeremías todo lo que Jehová le había mandado que hablase a todo el pueblo, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: De cierto morirás. ¿Por qué has profetizado en nombre de Jehová, diciendo: Esta casa será como Silo, y esta ciudad será asolada hasta no quedar morador? Y todo el pueblo se juntó contra Jeremías en la casa de Jehová.

10 Y los príncipes de Judá oyeron estas cosas, y subieron de la casa del rey a la casa de Jehová, y se sentaron en la entrada de la puerta nueva de la casa de Jehová. 11 Entonces hablaron los sacerdotes y los profetas a los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizó contra esta ciudad, como vosotros habéis oído con vuestros oídos. 12 Y habló Jeremías a todos los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: Jehová me envió a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad, todas las palabras que habéis oído. 13 Mejorad ahora vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz de Jehová vuestro Dios, y se arrepentirá Jehová del mal que ha hablado contra vosotros. 14 En lo que a mí toca, he aquí estoy en vuestras manos; haced de mí como mejor y más recto os parezca. 15 Mas sabed de cierto que si me matáis, sangre inocente echaréis sobre vosotros, y sobre esta ciudad y sobre sus moradores; porque en verdad Jehová me envió a vosotros para que dijese todas estas palabras en vuestros oídos.

16 Y dijeron los príncipes y todo el pueblo a los sacerdotes y profetas: No ha incurrido este hombre en pena de muerte, porque en nombre de Jehová nuestro Dios nos ha hablado. 17 Entonces se levantaron algunos de los ancianos de la tierra y hablaron a toda la reunión del pueblo, diciendo: 18 Miqueas de Moreset profetizó en tiempo de Ezequías rey de Judá, y habló a todo el pueblo de Judá, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque.(G) 19 ¿Acaso lo mataron Ezequías rey de Judá y todo Judá? ¿No temió a Jehová, y oró en presencia de Jehová, y Jehová se arrepintió del mal que había hablado contra ellos? ¿Haremos, pues, nosotros tan gran mal contra nuestras almas?

20 Hubo también un hombre que profetizaba en nombre de Jehová, Urías hijo de Semaías, de Quiriat-jearim, el cual profetizó contra esta ciudad y contra esta tierra, conforme a todas las palabras de Jeremías; 21 y oyeron sus palabras el rey Joacim y todos sus grandes, y todos sus príncipes, y el rey procuró matarle; entendiendo lo cual Urías, tuvo temor, y huyó a Egipto. 22 Y el rey Joacim envió hombres a Egipto, a Elnatán hijo de Acbor y otros hombres con él, a Egipto; 23 los cuales sacaron a Urías de Egipto y lo trajeron al rey Joacim, el cual lo mató a espada, y echó su cuerpo en los sepulcros del vulgo.

24 Pero la mano de Ahicam hijo de Safán estaba a favor de Jeremías, para que no lo entregasen en las manos del pueblo para matarlo.

Setenta años de cautiverio

25 Esta es la palabra que vino a Jeremías con relación a todo el pueblo de Judá. La recibió en el año cuarto del reinado de Joacim, hijo de Josías y rey de Judá, es decir, durante el año primero del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia. El profeta Jeremías dijo lo siguiente a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén: «Desde el año trece de Josías, hijo de Amón y rey de Judá, hasta el día de hoy, durante veintitrés años, el Señor me ha dirigido su palabra y yo les he hablado en repetidas ocasiones, pero ustedes no me han hecho caso.

»Además, una y otra vez el Señor ha enviado a sus siervos los profetas, pero ustedes no los han escuchado ni les han prestado atención. Ellos los exhortaban: “Dejen ya su mal camino y sus malas acciones. Así podrán habitar en la tierra que, desde siempre y para siempre, el Señor ha dado a ustedes y a sus antepasados. No vayan tras otros dioses para servirles y adorarlos; no me ofendan con la obra de sus manos y no les haré ningún mal”.

»Pero ustedes no me obedecieron —afirma el Señor—, sino que me irritaron con la obra de sus manos para su propia desgracia.

»Por eso, así dice el Señor de los Ejércitos: “Por cuanto no han obedecido mis palabras, yo haré que vengan todos los pueblos del norte y también mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia. Los traeré contra esta tierra, contra sus habitantes y contra todas las naciones vecinas, y los destruiré por completo: ¡los convertiré en objeto de horror, de burla y de eterna ruina!”, afirma el Señor. 10 “Haré que desaparezcan entre ellos los gritos de gozo y alegría, las voces del novio y la novia, el ruido del molino y la luz de la lámpara. 11 Todo este país quedará reducido a horror y ruina; estas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años”.

12 »Pero cuando se hayan cumplido los setenta años, yo castigaré por su iniquidad al rey de Babilonia y a aquella nación, país de los babilonios,[a] y los convertiré en ruina perpetua», afirma el Señor. 13 «Haré que vengan sobre esa tierra todas las amenazas que anuncié, todo lo que está registrado en este libro y que Jeremías ha profetizado contra todas las naciones. 14 Ellos mismos serán esclavizados por muchas naciones y reyes poderosos. Así les daré lo que merecen su conducta y sus hechos».

La copa de la ira divina

15 El Señor, el Dios de Israel, me dijo: «Toma de mi mano esta copa del vino de mi ira y dásela a beber a todas las naciones a las que yo te envíe. 16 Cuando ellas la beban, se tambalearán y perderán el juicio, a causa de la espada que voy a enviar contra ellos».

17 Tomé de la mano del Señor la copa y se la di a beber a todas las naciones a las cuales el Señor me envió:

18 a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus oficiales, para convertirlos en ruinas, en motivo de horror, burla y maldición, como hoy se puede ver.

19 También se la di a beber al faraón, rey de Egipto, a sus siervos, oficiales y todo su pueblo; 20 a todos los forasteros,

a todos los reyes del país de Uz

y a todos los reyes del país de los filisteos; a los de Ascalón, Gaza, Ecrón y a los sobrevivientes de Asdod;

21 a Edom, Moab y a los hijos de Amón;

22 a todos los reyes de Tiro y de Sidón;

a todos los reyes de las costas al otro lado del mar;

23 a Dedán, Temá y Buz; a todos los pueblos que se rapan las sienes;

24 a todos los reyes de Arabia; a todos los reyes de las diferentes tribus del desierto;

25 a todos los reyes de Zimri, Elam y Media;

26 a todos los reyes del norte, cercanos o lejanos y a todos los reinos que están sobre la faz de la tierra.

Después de ellos, beberá el rey de Sesac.[b]

27 «Tú les dirás: “Así dice el Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel: ‘Beban, emborráchense, vomiten y caigan para no levantarse más, por causa de la espada que estoy por mandar contra ustedes’ ”. 28 Pero si se niegan a tomar de tu mano la copa y beberla, tú les dirás: “Así dice el Señor de los Ejércitos: ‘¡Tendrán que beberla!’. 29 Desataré calamidades contra la ciudad que lleva mi Nombre. ¿Y creen ustedes que no los voy a castigar? Al contrario, serán castigados —afirma el Señor de los Ejércitos—, porque yo desenvaino la espada contra todos los habitantes de la tierra”.

30 »Tú, Jeremías, profetiza contra ellos todas estas palabras:

»“Ruge el Señor desde lo alto;
    desde su santa morada hace tronar su voz.
Ruge violento contra su rebaño;
    grita como los que pisan la uva,
    contra todos los habitantes del mundo.
31 El estruendo llega hasta los confines de la tierra,
    porque el Señor litiga contra las naciones;
enjuicia a todos los mortales
    y pasa por la espada a los malvados”»,
    afirma el Señor.

32 Así dice el Señor de los Ejércitos:

«La calamidad se extiende
    de nación en nación;
una terrible tempestad se desata
    desde los confines de la tierra».

33 En aquel día, las víctimas del Señor quedarán tendidas de un extremo a otro de la tierra. Nadie las llorará ni las recogerá ni las enterrará; se quedarán sobre la faz de la tierra, como el estiércol.

34 Giman, pastores, y clamen;
    revuélquense en el polvo, jefes del rebaño,
porque les ha llegado el día de la matanza;
    serán dispersados y caerán como carneros escogidos.[c]
35 Los pastores no tendrán escapatoria;
    no podrán huir los jefes del rebaño.
36 Escuchen el clamor de los pastores
    y el gemido de los jefes del rebaño,
    porque el Señor destruye sus pastizales.
37 Las tranquilas praderas son asoladas,
    a causa de la ardiente ira del Señor.
38 Como león que deja abandonada su guarida,
    él ha dejado desolada la tierra de ellos,
a causa de la espada[d] del opresor,
    a causa de la ardiente ira del Señor.

Jeremías bajo amenaza de muerte

26 Al comienzo del reinado de Joacim, hijo de Josías y rey de Judá, vino esta palabra del Señor a Jeremías: «Así dice el Señor: “Párate en el atrio del Templo del Señor y di todas las palabras que yo te ordene a todos los habitantes de las ciudades de Judá que vienen a adorar en el Templo del Señor. No omitas ni una sola palabra. Tal vez te hagan caso y se conviertan de su mal camino. Si lo hacen, desistiré del mal que pensaba hacerles por causa de sus malas acciones. Tú les advertirás que así dice el Señor: ‘Si no me obedecen ni siguen la Ley que yo he entregado y si no escuchan las palabras de mis siervos los profetas, a quienes una y otra vez he enviado y ustedes han desobedecido, entonces haré con esta casa lo mismo que hice con Siló: Haré de esta ciudad una maldición para todas las naciones de la tierra’ ”».

Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron estas palabras que el profeta Jeremías pronunció en el Templo del Señor. Pero en cuanto Jeremías terminó de decirle al pueblo todo lo que el Señor había ordenado, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo lo apresaron y dijeron: «¡Vas a morir! ¿Por qué has profetizado en el nombre del Señor que esta casa quedará como Siló y esta ciudad, desolada y deshabitada?». Y todo el pueblo que estaba en el Templo del Señor se abalanzó sobre Jeremías.

10 Cuando los oficiales de Judá escucharon estas cosas, fueron del palacio del rey al Templo del Señor y se apostaron a la entrada de la Puerta Nueva del Templo. 11 Allí los sacerdotes y los profetas dijeron a los oficiales y a todo el pueblo: «Este hombre debe ser condenado a muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, tal como ustedes lo han escuchado con sus propios oídos».

12 Pero Jeremías dijo a todos los oficiales y a todo el pueblo: «El Señor me envió para profetizar contra esta casa y contra esta ciudad todas las cosas que ustedes han escuchado. 13 Así que enmienden ya su conducta y sus acciones; obedezcan al Señor su Dios y el Señor cambiará de parecer del mal que ha anunciado. 14 En cuanto a mí, estoy en manos de ustedes; hagan conmigo lo que mejor les parezca. 15 Pero sepan que, si ustedes me matan, estarán derramando sangre inocente sobre ustedes mismos y sobre los habitantes de esta ciudad. Porque verdaderamente el Señor me ha enviado a que les anuncie claramente todas estas cosas».

16 Los oficiales y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: «Este hombre no debe ser condenado a muerte, porque nos ha hablado en el nombre del Señor nuestro Dios».

17 Entonces algunos de los jefes del país se levantaron y recordaron a toda la asamblea del pueblo 18 que, en tiempos de Ezequías, rey de Judá, Miqueas de Moréset había profetizado a todo el pueblo de Judá: «Así dice el Señor de los Ejércitos:

»“Sión será como un campo arado;
    Jerusalén quedará en ruinas
    y el monte del Templo se volverá un matorral”.

19 »¿Acaso Ezequías, rey de Judá, y todo su pueblo mataron a Miqueas? ¿No es verdad que Ezequías temió al Señor y pidió su ayuda, y que el Señor desistió del mal que les había anunciado? Sin embargo, nosotros estamos por provocar nuestro propio mal».

20 Hubo también otro profeta, de nombre Urías, hijo de Semaías, de Quiriat Yearín, que profetizaba en el nombre del Señor. Este profetizó contra la ciudad y contra el país, tal y como lo hizo Jeremías. 21 Cuando el rey Joacim, sus soldados y todos los oficiales oyeron sus palabras, el rey intentó matarlo; pero al enterarse Urías, tuvo miedo y escapó a Egipto. 22 Después el rey Joacim envió a Egipto a Elnatán, hijo de Acbor, junto con otros hombres. 23 Ellos sacaron de Egipto a Urías y lo llevaron ante el rey Joacim, quien mandó que mataran a Urías a filo de espada y arrojaran su cadáver a la fosa común.

24 Sin embargo, Ajicán, hijo de Safán, protegió a Jeremías y no permitió que cayera en manos del pueblo ni que lo mataran.

Footnotes

  1. 25:12 Lit. caldeos.
  2. 25:26 Sesac es un criptograma que alude a Babilonia.
  3. 25:34 carneros escogidos (LXX); vasijas escogidas (TM).
  4. 25:38 la espada (mss. hebreos, LXX y Targum; véanse también Jer 46:16 y 50:16); la ira (TM).

El enemigo que viene del norte

25 El año cuarto del reinado de Joaquim, hijo de Josías, en Judá, el Señor dirigió a Jeremías un mensaje acerca de todo el pueblo de Judá. Ése era el primer año del reinado de Nabucodonosor en Babilonia. El profeta Jeremías comunicó el mensaje a todo el pueblo de Judá y a los habitantes de Jerusalén. Dijo: «Desde el año trece del reinado de Josías, hijo de Amón, en Judá, hasta ahora, es decir, desde hace veintitrés años, el Señor se ha dirigido a mí, y yo les he hablado a ustedes una y otra vez; pero ustedes no me han hecho caso. Y a pesar de que una y otra vez el Señor les ha enviado sus siervos los profetas, ustedes no han hecho caso, ni han querido prestar ninguna atención y obedecer. Ellos les han dicho: “Dejen su mala conducta y sus malas acciones; así podrán vivir en la tierra que el Señor les dio para siempre a ustedes y a sus antepasados. No sigan a otros dioses; no les den culto ni los adoren. No irriten al Señor adorando dioses hechos por ustedes mismos, y él no les enviará ningún mal.” Y ahora, el Señor dice: “Ustedes no han querido hacerme caso; me irritan adorando dioses hechos por ustedes mismos, y esto será para su propio mal.”

»Por eso dice el Señor todopoderoso: “Ya que ustedes no han hecho caso a mis advertencias, voy a llamar a todos los pueblos del norte y a mi servidor Nabucodonosor, rey de Babilonia, para que vengan y ataquen a este país, a todos sus habitantes y a todas las naciones vecinas. Los voy a destruir completamente. Los convertiré para siempre en ruinas, en algo que cause terror y espanto. 10 Voy a hacer que entre ellos no vuelvan a oírse cantos de fiesta y alegría, ni cantos de bodas, ni el sonido de las piedras de moler, ni que vuelva a verse la luz de las lámparas. 11 Todo este país quedará destruido y convertido en ruinas. Durante setenta años estas naciones estarán sometidas al rey de Babilonia. 12 Y cuando se completen los setenta años, pediré cuentas de sus pecados al rey de Babilonia y a su nación, el país de los caldeos, y lo destruiré para siempre. Yo, el Señor, lo afirmo. 13 Haré caer sobre ese país todo lo que he anunciado y está escrito en este libro: todo lo que Jeremías ha dicho en mi nombre contra todas las naciones. 14 Grandes naciones y reyes poderosos los someterán también a ellos. Así les daré el pago que merecen sus acciones.”»

Castigo de las naciones

15 El Señor, el Dios de Israel, me dijo: «Mira esta copa llena del vino de mi ira. Tómala y dásela a beber a todas las naciones a las que yo te envíe. 16 Cuando beban de ella, comenzarán a vomitar y se pondrán como locos a causa de la guerra que les voy a enviar.»

17 Yo tomé la copa, de la mano del Señor, y se la di a beber a todas las naciones a las que el Señor me envió. 18 Se la di a beber a Jerusalén y a las ciudades de Judá, junto con sus reyes y jefes, para destruirlas y dejarlas convertidas en ruinas, en algo que causara terror y espanto, en el ejemplo de maldición que aún hoy siguen siendo. 19 Igualmente se la di a beber al faraón, rey de Egipto, y a sus funcionarios y jefes, y a todo su pueblo, 20 y a la gente de diversas razas que hay allí; a todos los reyes del país de Us y de la región de los filisteos: Ascalón, Gaza, Ecrón y lo que queda de Asdod; 21 a Edom, Moab y Amón; 22 a todos los reyes de Tiro y de Sidón; a todos los reyes de los países del mar Mediterráneo; 23 a las tribus de Dedán, Temá y Buz, y a los pueblos que se afeitan las sienes; 24 a todos los reyes de Arabia; a todos los reyes de las diversas razas que viven en el desierto; 25 a todos los reyes de Zimrí, Elam y Media: 26 a todos los reyes del norte, cercanos o lejanos uno del otro. Es decir, a todos los reinos de la tierra. Por último beberá el rey de Babilonia.

27 Luego me dijo el Señor: «Diles que yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, les ordeno que beban hasta que se emborrachen y vomiten y caigan al suelo para no levantarse, por causa de la guerra que les voy a enviar. 28 Y si no quieren recibir de ti la copa y beberla, diles: “El Señor todopoderoso dice: Tendrán que beberla de todos modos. 29 Pues comenzaré a enviar mis castigos sobre la ciudad que me está consagrada. ¿Y creen ustedes que van a quedar sin castigo? Pues no se quedarán sin él, porque voy a enviar la guerra a todos los habitantes de la tierra. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.”

30 »Tú, Jeremías, anúnciales en mi nombre todas esas cosas. Diles:

»“El Señor lanza su voz de trueno
desde lo alto, desde el santo lugar donde vive.
Pues contra su rebaño
grita como los que pisan las uvas,
contra todos los habitantes de la tierra.
31 El estruendo llega hasta el extremo de la tierra,
porque el Señor va a entablar un proceso contra las naciones,
va a llamar a juicio a todos los mortales,
a condenar a muerte a los malvados.
El Señor lo afirma.”»

32 El Señor todopoderoso dice:
«La calamidad va a llegar
a una nación tras otra;
una terrible tormenta se levanta
desde el extremo de la tierra.»
33 Los que el Señor haga morir ese día,
quedarán tendidos de un extremo a otro de la tierra.
Nadie llorará por ellos,
nadie recogerá sus cadáveres para enterrarlos;
quedarán tendidos en el suelo como estiércol.
34 ¡Griten, pastores, griten de dolor!
¡Ustedes, que guían el rebaño, revuélquense en el suelo!
Pues ha llegado el momento de la matanza
y a ustedes los matarán como a carneros gordos.

35 Los pastores no podrán huir,
los que guían el rebaño no podrán escapar.
36 Los pastores gritan,
gritan de dolor los que guían el rebaño,
porque el Señor ha destruido sus pastos.
37 El Señor se enojó y destruyó sus hermosos campos.
38 Salió como un león de su guarida
y el país de ellos quedó convertido en ruinas,
pues se encendió la ira del Señor
y envió una guerra terrible.

Jeremías amenazado de muerte

26 Al comienzo del reinado de Joaquim, hijo de Josías, en Judá, el Señor se dirigió a Jeremías y le dijo: «Párate en el atrio del templo, y di todo lo que te ordené que dijeras a la gente que viene de las ciudades de Judá para adorar en el templo. No dejes nada por decir. Quizá te hagan caso y dejen su mala conducta, y yo decida no castigarlos por sus malas acciones, como había pensado. Diles que yo, el Señor, digo: “Si no me hacen caso ni cumplen las instrucciones que les he dado, ni hacen caso a las advertencias de mis siervos los profetas, que una y otra vez les he enviado y a los que ustedes han desobedecido, entonces haré con este templo lo que hice con el de Siló. Haré de esta ciudad un ejemplo de maldición para todas las naciones de la tierra.”»

Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron estas palabras que Jeremías pronunció en el templo. Y cuando él terminó de decir lo que el Señor le había ordenado, los sacerdotes, los profetas y el pueblo lo agarraron y le dijeron: «¡Vas a morir! ¿Cómo te atreves a decir en nombre del Señor que este templo quedará como el de Siló, y que esta ciudad será destruida y quedará sin habitantes?» Y todo el pueblo se agolpó en el templo, alrededor de Jeremías.

10 Los jefes de Judá, al oír lo que pasaba, fueron del palacio del rey al templo, y allí, en la Puerta Nueva, se sentaron. 11 Entonces los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y a todo el pueblo: «Este hombre debe ser condenado a muerte porque ha hablado contra esta ciudad. Ustedes lo oyeron con sus propios oídos.»

12 Jeremías se dirigió a los jefes y al pueblo, y les dijo: «El Señor fue quien me envió a hablar en su nombre, y a decir contra este templo y esta ciudad todo lo que ustedes han oído. 13 Mejoren su conducta y sus acciones, obedezcan al Señor su Dios y él no les enviará las calamidades que les ha anunciado. 14 En cuanto a mí, estoy en manos de ustedes; hagan conmigo lo que les parezca. 15 Pero, eso sí, sepan bien esto: si me matan, ustedes y los habitantes de esta ciudad serán culpables de matar a un inocente; porque en verdad fue el Señor quien me envió a anunciarles claramente todas esas cosas.»

16 Entonces los jefes y el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: «No hay motivo para condenar a muerte a este hombre; nos ha hablado en nombre del Señor nuestro Dios.»

17 Algunos ancianos se levantaron y dijeron al pueblo que estaba allí reunido: 18 «En tiempos de Ezequías, rey de Judá, Miqueas de Moreset habló en nombre del Señor a todo el pueblo de Judá, diciéndole:

»“El Señor todopoderoso dice:
Sión quedará convertida en un campo arado,
Jerusalén quedará hecha un montón de ruinas
y la colina del templo se llenará de maleza.”

19 »¿Acaso el rey Ezequías y todo el pueblo de Judá mataron a Miqueas? Todo lo contrario: el rey sintió temor del Señor y le pidió que tuviera compasión de ellos. Entonces el Señor no envió contra ellos la calamidad que les había anunciado. ¿Y vamos nosotros a cargar con la responsabilidad de un crimen tan grande?»

20 También el profeta Urías, hijo de Semaías, de la ciudad de Quiriat-jearim, habló en nombre del Señor contra esta ciudad y contra el país, del mismo modo que Jeremías. 21 El rey Joaquim, sus funcionarios y sus jefes oyeron lo que él dijo, y el rey quiso hacerlo matar. Pero cuando Urías se enteró, tuvo miedo y huyó a Egipto. 22 El rey Joaquim envió a Egipto a Elnatán, hijo de Acbor, y a otros hombres, 23 los cuales trajeron de Egipto a Urías y lo entregaron al rey Joaquim, quien mandó que lo mataran y que echaran su cadáver a la fosa común.

24 Ahicam, hijo de Safán, habló en favor de Jeremías, y esto hizo que no lo entregaran al pueblo para que lo mataran.

Los años de esclavitud

25 Dios le dio al profeta Jeremías un mensaje para todo el pueblo de Judá. Ese mensaje lo recibió cuando Joacín hijo de Josías llevaba cuatro años como rey de Judá, y Nabucodonosor tenía un año de reinar en Babilonia. Y éste es el mensaje que el profeta comunicó a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén:

«Desde hace veintitrés años Dios me comunica sus mensajes. El primero que me dio fue cuando Josías hijo de Amón tenía trece años de reinar en Judá. Yo les he anunciado estos mensajes una y otra vez, pero ustedes no han querido hacerme caso.

»Dios también les ha enviado a otros profetas que están a su servicio, pero ustedes no les han hecho caso ni se han mostrado dispuestos a obedecer. Ellos les han dicho: “Dejen ya de hacer lo malo; abandonen sus malas acciones. Si lo hacen, siempre podrán habitar en la tierra que Dios les ha dado a ustedes y a sus antepasados. No confíen en esos dioses que ustedes mismos se han fabricado. No los adoren, y Dios no se enojará con ustedes ni los castigará”.

»Pero ustedes no han prestado atención a estos mensajes de Dios. Al contrario, lo han ofendido con esos ídolos que ustedes mismos se fabrican. Lo único que consiguen es causar su propia desgracia. Por lo tanto, el Dios todopoderoso dice:

“Ya que ustedes no quieren obedecerme, voy a enviar contra ustedes al rey de Babilonia y a todos los pueblos del norte. Ese rey está a mi servicio, así que lo enviaré contra ustedes y contra sus vecinos. Voy a destruirlos por completo; voy a convertirlos en un montón de ruinas, que sólo causará terror y burla. Les juro que así será. 10 No dejaré que vuelvan a escucharse los gritos de alegría y de entusiasmo, ni las serenatas de los novios, ni se oirá ruido en las calles, ni se verá luz en las casas. 11 Todo este país quedará convertido en un montón de ruinas, que sólo producirá terror. Y durante muchos años todos quedarán bajo el dominio del rey de Babilonia.

12 ”Pasado ese tiempo, yo castigaré por su maldad al rey de Babilonia y a su nación, ¡y ese país quedará destruido para siempre! Yo les juro que así será. 13 Haré con ese país todo lo que dije contra las otras naciones. Cumpliré las amenazas que anunció mi profeta Jeremías, y que han quedado escritas en este libro. 14 También los babilonios quedarán bajo el dominio de naciones y reyes más poderosos. De ese modo los castigaré por todo el mal que han hecho”».

El castigo a las naciones

15 El Dios de Israel me dijo:

«Jeremías, esta copa que tengo en la mano representa mi enojo. Tómala y haz que beban de ella todas las naciones a las que voy a enviarte. 16 Esas naciones comenzarán a tambalearse, y sus habitantes se volverán locos por causa de la guerra que voy a enviar contra ellos».

17 Yo recibí la copa de las manos de Dios, y se la di a beber a todas las naciones a las que él me envió. 18 También se la di a los habitantes de Jerusalén y de las ciudades de Judá, y a sus gobernantes, para destruirlos. Sus ciudades quedaron convertidas en ruinas. Hasta el momento en que esto se escribe, esas ciudades son motivo de espanto, de burla y de insultos.

19 También les di la copa del castigo al rey de Egipto, a sus jefes y oficiales, a todo su pueblo, 20 y a todos los extranjeros que allí vivían. Además bebieron de ella todos los reyes del país de Uz, los reyes filisteos de Ascalón, Gaza y Ecrón; los sobrevivientes de Asdod, 21 Edom, Moab y los amonitas. 22 Luego bebieron de ella los reyes de Tiro y de Sidón, y los reyes de los pueblos que viven en las costas del mar Mediterráneo; 23-24 los reyes de Dedán, Tema y Buz; todos los pueblos y tribus del desierto; los reyes de Arabia 25 Zimri, Elam y Media; 26 todos los reyes del norte, tanto los cercanos como los lejanos, y todos los reinos que hay en la tierra. Por último, el rey de Babilonia también bebió de la copa.

27 El Dios todopoderoso también me dijo:

«Jeremías, esta copa representa mi enojo y la guerra que voy a mandar contra ellos. Ordénales que beban de la copa, hasta que vomiten y se caigan, y no vuelvan a levantarse. 28 Pero si se niegan a beber de ella, tú les dirás de mi parte:

“¡Tendrán que beber de ella, aunque no quieran! 29 Ya he comenzado a castigar a Jerusalén, ciudad donde se me adora, y están muy equivocados si creen que a ustedes no los castigaré”.

»Jeremías, voy a castigar a todas esas naciones, y lo haré por medio de la guerra. Yo, el Dios todopoderoso, te juro que así será. 30-31 Anuncia este mensaje contra esas naciones:

“Dios lanza un grito de guerra
desde el cielo, donde él tiene su trono.
Es tanto su enojo contra su pueblo
y contra los habitantes de la tierra,
que su voz retumba a lo lejos,
y se oyen sus botas
aplastando a las naciones.

”Dios está en pleito
contra todas las naciones
y contra todos los habitantes del mundo.
¡Él condenará a los malvados!

32 ”El Dios todopoderoso
les advierte que ninguna nación
escapará de la desgracia;
un poderoso ejército
las atacará por todos lados.

33 ”Ese día, aquellos a los que yo castigue con la muerte quedarán tendidos por toda la tierra, como si fueran basura. No habrá nadie que llore por ellos, ni habrá tampoco quien los recoja y los entierre.

34 ”Jefes y gobernantes del pueblo,
¡lloren y revuélquense en el suelo!
Ha llegado el día de la matanza,
y ustedes serán sacrificados
como si fueran ovejas engordadas.

35-37 ”Jefes y gobernantes del pueblo,
¡no podrán escapar a ninguna parte!
¡Sólo se oirán sus gritos de dolor,
porque Dios está furioso
y ha destruido sus campos!
¡Ya no tienen qué comer!

38 ”Es tanto el enojo de Dios
que ha abandonado a su pueblo.
Dios salió en contra de ellos
como un león furioso,
¡y los hizo morir en la guerra!”»

Jeremías recibe amenazas de muerte

26 Cuando Joacín, hijo de Josías comenzó a reinar sobre Judá, Dios le habló a Jeremías en Jerusalén, y le dijo:

«Ve al patio de mi templo. Quiero que hables con la gente de toda Judá que viene a adorarme. Comunícales todo lo que te voy a decir. Si te hacen caso y dejan de hacer lo malo, entonces ya no los castigaré como había pensado hacerlo. Y éste es el mensaje que debes darles:

“Ustedes no me obedecieron ni siguieron las enseñanzas que les di por medio de mis profetas. Una y otra vez los he enviado para hablar con ustedes, pero no han querido escucharlos. Por eso, así como destruí el santuario de Siló, también destruiré el templo de Jerusalén, y esta ciudad será objeto de burla y de insulto”».

7-9 Jeremías anunció este mensaje en el templo de Dios, y lo escucharon los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo. Pero tan pronto como terminó de anunciarlo, todos los que estaban allí se lanzaron contra él y lo apresaron, y amenazantes le dijeron:

«¡Esto te va a costar la vida! ¿Cómo te atreves a hablar en el nombre de Dios, y decir que este templo será destruido como el santuario de Siló? ¿Cómo te atreves a decir que Jerusalén será destruida, y que se quedará sin habitantes?»

10 Cuando los jefes de Judá supieron lo que había pasado, salieron del palacio del rey y fueron hasta la Puerta Nueva del templo. Al llegar allí, se sentaron, 11 y entonces los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y a toda la gente: «¡Este tipo merece la muerte! ¡Ustedes mismos lo han oído decir que esta ciudad va a ser destruida!»

12 Pero Jeremías, dirigiéndose a los jefes y a todo el pueblo, dijo:

«Lo que he dicho contra el templo y contra Jerusalén, Dios mismo me mandó a anunciarlo. 13 Así que más les vale obedecer a nuestro Dios, y mejorar su conducta. Si en verdad lo hacen así, Dios ya no los castigará. 14 Yo estoy en las manos de ustedes, y pueden hacer conmigo lo que les parezca. 15 Pero si me matan, ustedes, jefes y pueblo, serán los culpables de haber matado a un inocente. Lo cierto es que Dios me mandó a darles este mensaje».

16 Los jefes y la gente del pueblo les dijeron a los sacerdotes y a los profetas: «No hay razón para matar a este hombre; lo único que hizo fue darnos el mensaje que recibió de nuestro Dios». 17 Entonces algunos jefes se levantaron y les dijeron a los que estaban allí reunidos:

18 «Cuando Ezequías era el rey de Judá, el profeta Miqueas de Moréset habló de parte de Dios y le anunció al pueblo de Judá este mensaje:

“La ciudad de Jerusalén será destruida;
quedará hecha un montón de ruinas.
Y en el monte de Sión,
donde se levanta el templo,
sólo crecerán matorrales”.

19 »Y aunque Miqueas dijo esto, no lo mataron. Al contrario, el rey y el pueblo se humillaron ante Dios, y él los perdonó. Pero si nosotros matamos a Jeremías, Dios nos castigará».

20 Además de Jeremías, el profeta Urías hijo de Semaías, que era del pueblo de Quiriat-jearim, habló en contra de Jerusalén y del país. 21 Y como el rey Joacín y sus jefes y asistentes oyeron la denuncia del profeta, el rey intentó matarlo.

Cuando Urías se enteró de los planes del rey Joacín, tuvo miedo y huyó a Egipto. 22 Pero el rey envió a Elnatán hijo de Acbor y a otros hombres, para que buscaran a Urías. 23 Cuando lo encontraron, lo trajeron ante el rey. Entonces el rey mandó que mataran al profeta y que arrojaran su cadáver a una fosa en donde echaban muertos.

24 Sin embargo, Jeremías contó con la protección de un hombre importante llamado Ahicam hijo de Safán. Por eso no fue entregado al pueblo y se libró de que lo mataran.