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La plaga de ranas

Entonces Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón y dile: Jehová ha dicho así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. Y si no lo quisieres dejar ir, he aquí yo castigaré con ranas todos tus territorios. Y el río criará ranas, las cuales subirán y entrarán en tu casa, en la cámara donde duermes, y sobre tu cama, y en las casas de tus siervos, en tu pueblo, en tus hornos y en tus artesas. Y las ranas subirán sobre ti, sobre tu pueblo, y sobre todos tus siervos. Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón: Extiende tu mano con tu vara sobre los ríos, arroyos y estanques, para que haga subir ranas sobre la tierra de Egipto. Entonces Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, y subieron ranas que cubrieron la tierra de Egipto. Y los hechiceros hicieron lo mismo con sus encantamientos, e hicieron venir ranas sobre la tierra de Egipto.

Entonces Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: Orad a Jehová para que quite las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré ir a tu pueblo para que ofrezca sacrificios a Jehová. Y dijo Moisés a Faraón: Dígnate indicarme cuándo debo orar por ti, por tus siervos y por tu pueblo, para que las ranas sean quitadas de ti y de tus casas, y que solamente queden en el río. 10 Y él dijo: Mañana. Y Moisés respondió: Se hará conforme a tu palabra, para que conozcas que no hay como Jehová nuestro Dios. 11 Y las ranas se irán de ti, y de tus casas, de tus siervos y de tu pueblo, y solamente quedarán en el río. 12 Entonces salieron Moisés y Aarón de la presencia de Faraón. Y clamó Moisés a Jehová tocante a las ranas que había mandado a Faraón. 13 E hizo Jehová conforme a la palabra de Moisés, y murieron las ranas de las casas, de los cortijos y de los campos. 14 Y las juntaron en montones, y apestaba la tierra. 15 Pero viendo Faraón que le habían dado reposo, endureció su corazón y no los escuchó, como Jehová lo había dicho.

La plaga de piojos

16 Entonces Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón: Extiende tu vara y golpea el polvo de la tierra, para que se vuelva piojos por todo el país de Egipto. 17 Y ellos lo hicieron así; y Aarón extendió su mano con su vara, y golpeó el polvo de la tierra, el cual se volvió piojos, así en los hombres como en las bestias; todo el polvo de la tierra se volvió piojos en todo el país de Egipto. 18 Y los hechiceros hicieron así también, para sacar piojos con sus encantamientos; pero no pudieron. Y hubo piojos tanto en los hombres como en las bestias. 19 Entonces los hechiceros dijeron a Faraón: Dedo de Dios es este. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó, como Jehová lo había dicho.

La plaga de moscas

20 Jehová dijo a Moisés: Levántate de mañana y ponte delante de Faraón, he aquí él sale al río; y dile: Jehová ha dicho así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 21 Porque si no dejas ir a mi pueblo, he aquí yo enviaré sobre ti, sobre tus siervos, sobre tu pueblo y sobre tus casas toda clase de moscas; y las casas de los egipcios se llenarán de toda clase de moscas, y asimismo la tierra donde ellos estén. 22 Y aquel día yo apartaré la tierra de Gosén, en la cual habita mi pueblo, para que ninguna clase de moscas haya en ella, a fin de que sepas que yo soy Jehová en medio de la tierra. 23 Y yo pondré redención entre mi pueblo y el tuyo. Mañana será esta señal. 24 Y Jehová lo hizo así, y vino toda clase de moscas molestísimas sobre la casa de Faraón, sobre las casas de sus siervos, y sobre todo el país de Egipto; y la tierra fue corrompida a causa de ellas.

25 Entonces Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: Andad, ofreced sacrificio a vuestro Dios en la tierra. 26 Y Moisés respondió: No conviene que hagamos así, porque ofreceríamos a Jehová nuestro Dios la abominación de los egipcios. He aquí, si sacrificáramos la abominación de los egipcios delante de ellos, ¿no nos apedrearían? 27 Camino de tres días iremos por el desierto, y ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios, como él nos dirá. 28 Dijo Faraón: Yo os dejaré ir para que ofrezcáis sacrificios a Jehová vuestro Dios en el desierto, con tal que no vayáis más lejos; orad por mí. 29 Y respondió Moisés: He aquí, al salir yo de tu presencia, rogaré a Jehová que las diversas clases de moscas se vayan de Faraón, y de sus siervos, y de su pueblo mañana; con tal que Faraón no falte más, no dejando ir al pueblo a dar sacrificio a Jehová. 30 Entonces Moisés salió de la presencia de Faraón, y oró a Jehová. 31 Y Jehová hizo conforme a la palabra de Moisés, y quitó todas aquellas moscas de Faraón, de sus siervos y de su pueblo, sin que quedara una. 32 Mas Faraón endureció aun esta vez su corazón, y no dejó ir al pueblo.

La plaga en el ganado

Entonces Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón, y dile: Jehová, el Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. Porque si no lo quieres dejar ir, y lo detienes aún, he aquí la mano de Jehová estará sobre tus ganados que están en el campo, caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas, con plaga gravísima. Y Jehová hará separación entre los ganados de Israel y los de Egipto, de modo que nada muera de todo lo de los hijos de Israel. Y Jehová fijó plazo, diciendo: Mañana hará Jehová esta cosa en la tierra. Al día siguiente Jehová hizo aquello, y murió todo el ganado de Egipto; mas del ganado de los hijos de Israel no murió uno. Entonces Faraón envió, y he aquí que del ganado de los hijos de Israel no había muerto uno. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir al pueblo.

La plaga de úlceras

Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Tomad puñados de ceniza de un horno, y la esparcirá Moisés hacia el cielo delante de Faraón; y vendrá a ser polvo sobre toda la tierra de Egipto, y producirá sarpullido con úlceras en los hombres y en las bestias, por todo el país de Egipto. 10 Y tomaron ceniza del horno, y se pusieron delante de Faraón, y la esparció Moisés hacia el cielo; y hubo sarpullido que produjo úlceras(A) tanto en los hombres como en las bestias. 11 Y los hechiceros no podían estar delante de Moisés a causa del sarpullido, porque hubo sarpullido en los hechiceros y en todos los egipcios. 12 Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no los oyó, como Jehová lo había dicho a Moisés.

La plaga de granizo

13 Entonces Jehová dijo a Moisés: Levántate de mañana, y ponte delante de Faraón, y dile: Jehová, el Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 14 Porque yo enviaré esta vez todas mis plagas a tu corazón, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, para que entiendas que no hay otro como yo en toda la tierra. 15 Porque ahora yo extenderé mi mano para herirte a ti y a tu pueblo de plaga, y serás quitado de la tierra. 16 Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra.(B) 17 ¿Todavía te ensoberbeces contra mi pueblo, para no dejarlos ir? 18 He aquí que mañana a estas horas yo haré llover granizo muy pesado, cual nunca hubo en Egipto, desde el día que se fundó hasta ahora. 19 Envía, pues, a recoger tu ganado, y todo lo que tienes en el campo; porque todo hombre o animal que se halle en el campo, y no sea recogido a casa, el granizo caerá sobre él, y morirá. 20 De los siervos de Faraón, el que tuvo temor de la palabra de Jehová hizo huir sus criados y su ganado a casa; 21 mas el que no puso en su corazón la palabra de Jehová, dejó sus criados y sus ganados en el campo.

22 Y Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que venga granizo en toda la tierra de Egipto sobre los hombres, y sobre las bestias, y sobre toda la hierba del campo en el país de Egipto. 23 Y Moisés extendió su vara hacia el cielo, y Jehová hizo tronar y granizar, y el fuego se descargó sobre la tierra; y Jehová hizo llover granizo sobre la tierra de Egipto. 24 Hubo, pues, granizo, y fuego(C) mezclado con el granizo, tan grande, cual nunca hubo en toda la tierra de Egipto desde que fue habitada. 25 Y aquel granizo hirió en toda la tierra de Egipto todo lo que estaba en el campo, así hombres como bestias; asimismo destrozó el granizo toda la hierba del campo, y desgajó todos los árboles del país. 26 Solamente en la tierra de Gosén, donde estaban los hijos de Israel, no hubo granizo.

27 Entonces Faraón envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos. 28 Orad a Jehová para que cesen los truenos de Dios y el granizo, y yo os dejaré ir, y no os detendréis más. 29 Y le respondió Moisés: Tan pronto salga yo de la ciudad, extenderé mis manos a Jehová, y los truenos cesarán, y no habrá más granizo; para que sepas que de Jehová es la tierra. 30 Pero yo sé que ni tú ni tus siervos temeréis todavía la presencia de Jehová Dios. 31 El lino, pues, y la cebada fueron destrozados, porque la cebada estaba ya espigada, y el lino en caña. 32 Mas el trigo y el centeno no fueron destrozados, porque eran tardíos. 33 Y salido Moisés de la presencia de Faraón, fuera de la ciudad, extendió sus manos a Jehová, y cesaron los truenos y el granizo, y la lluvia no cayó más sobre la tierra. 34 Y viendo Faraón que la lluvia había cesado, y el granizo y los truenos, se obstinó en pecar, y endurecieron su corazón él y sus siervos. 35 Y el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir a los hijos de Israel, como Jehová lo había dicho por medio de Moisés.

El Señor ordenó a Moisés: «Ve a advertirle al faraón que así dice el Señor: “Deja ir a mi pueblo para que me rinda culto. Si no los dejas ir, infestaré de ranas todo tu país. El Nilo hervirá de ranas y estas se meterán en tu palacio, en tu alcoba y en tu cama. También entrarán en las casas de tus funcionarios y de tu pueblo, en tus hornos y bandejas de amasar. Se treparán sobre ti, sobre tu pueblo y sobre tus funcionarios”».

Luego el Señor dijo a Moisés: «Dile a Aarón que extienda su vara sobre ríos, canales y lagunas, para que todo Egipto se llene de ranas».

Aarón extendió su brazo sobre las aguas de Egipto, y las ranas llegaron a cubrir todo el país. Pero mediante sus artes secretas, los magos hicieron lo mismo, de modo que hicieron venir ranas sobre todo Egipto. Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón y les dijo:

—Ruéguenle al Señor que aleje las ranas de mí y de mi pueblo, y yo dejaré ir al pueblo para que le ofrezca sacrificios.

Moisés respondió:

—Dime cuándo quieres que ruegue por ti, por tus funcionarios y por tu pueblo. Las ranas se quedarán solo en el Nilo. Así tú y tus casas se librarán de ellas.

10 —Mañana mismo —contestó el faraón.

—Así se hará —respondió Moisés—, para que reconozcas que no hay ninguno como el Señor nuestro Dios. 11 Las ranas se apartarán de ti y de tus casas, de tus funcionarios y de tu pueblo, y se quedarán únicamente en el Nilo.

12 Tan pronto como salieron Moisés y Aarón de hablar con el faraón, Moisés clamó al Señor en cuanto a las ranas que había mandado sobre el faraón. 13 El Señor atendió los ruegos de Moisés y las ranas comenzaron a morirse en las casas, en los patios y en los campos. 14 La gente las recogía y las amontonaba, y el hedor de las ranas llenaba el país. 15 Pero en cuanto el faraón experimentó alivio, endureció su corazón y, tal como el Señor lo había advertido, ya no quiso saber nada de Moisés ni de Aarón.

La plaga de mosquitos

16 El Señor ordenó a Moisés que dijera a Aarón: «Extiende tu vara y golpea el suelo, para que en todo Egipto el polvo se convierta en mosquitos». 17 Así lo hizo. Y Aarón extendió su brazo, golpeó el suelo con la vara, y del polvo salieron mosquitos que picaban a hombres y animales. En todo Egipto el polvo se convirtió en mosquitos.

18 Los magos, recurriendo a sus artes secretas, trataron también de producir mosquitos, pero no pudieron. Mientras tanto, los mosquitos picaban a hombres y animales. 19 «Este es el dedo de Dios», admitieron los magos ante el faraón, pero este había endurecido su corazón; así que no hizo caso, tal como el Señor lo había advertido.

La plaga de tábanos

20 El Señor dijo a Moisés: «Mañana vas a madrugar. Le saldrás al paso al faraón cuando baje al río y le advertirás: “Así dice el Señor: ‘Deja ir a mi pueblo para que me rinda culto. 21 Si no lo dejas ir, enviaré enjambres de tábanos sobre ti y sobre tus funcionarios, sobre tu pueblo y sobre tus casas. Todas las casas egipcias, y aun el suelo que pisan, se llenarán de tábanos.

22 »” ’Cuando eso suceda, la única región donde no habrá tábanos será la de Gosén, porque allí vive mi pueblo. Así sabrás que yo, el Señor, estoy en este país. 23 Haré distinción[a] entre mi pueblo y tu pueblo. Esta señal milagrosa tendrá lugar mañana’ ”».

24 Y así lo hizo el Señor. Densas nubes de tábanos irrumpieron en el palacio del faraón y en las casas de sus funcionarios y por todo Egipto. Por causa de los tábanos, el país quedó arruinado. 25 Llamó entonces el faraón a Moisés y a Aarón y les dijo:

—Vayan y ofrezcan sacrificios a su Dios aquí en el país.

26 —No estaría bien hacerlo así —contestó Moisés—, porque los sacrificios que ofrecemos al Señor nuestro Dios resultan ofensivos para los egipcios. Si a la vista de ellos ofrecemos sacrificios que les son ofensivos, seguramente nos apedrearán. 27 Tenemos que hacer un viaje de tres días, hasta el desierto, para ofrecerle sacrificios al Señor nuestro Dios, pues así nos lo ha ordenado.

28 El faraón respondió:

—Voy a dejarlos ir para que ofrezcan sacrificios al Señor su Dios en el desierto, con tal de que no se vayan muy lejos y de que rueguen a Dios por mí.

29 —En cuanto salga yo de aquí —aseguró Moisés al faraón—, rogaré al Señor, y de aquí a mañana los tábanos se habrán apartado de ti, de tus funcionarios y de tu pueblo. Pero tú no debes seguir engañándonos ni impidiendo que el pueblo vaya a ofrecerle sacrificios al Señor.

30 Así que Moisés salió y rogó al Señor, 31 y el Señor accedió a los ruegos de Moisés: apartó los tábanos del faraón, de sus funcionarios y de su pueblo. No quedó un solo tábano. 32 Pero una vez más el faraón endureció su corazón y no dejó que el pueblo se fuera.

La plaga en el ganado

El Señor ordenó a Moisés que fuera a hablar con el faraón y le advirtiera: «Así dice el Señor, Dios de los hebreos: “Deja ir a mi pueblo para que me rinda culto”. Si te niegas a dejarlos ir y sigues reteniéndolos, la mano del Señor provocará una terrible plaga entre los ganados que tienes en el campo y entre tus caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas. Pero el Señor hará distinción entre el ganado de Israel y el de Egipto, de modo que no morirá un solo animal que pertenezca a los israelitas».

Además, el Señor fijó un plazo y dijo: «Mañana yo, el Señor, haré esto en el país». En efecto, al día siguiente así lo hizo el Señor. Murió todo el ganado de los egipcios, pero del ganado de los israelitas no murió ni un solo animal. Envió el faraón gente a ver los ganados de los israelitas y se encontraron con que ni un solo animal había muerto. Sin embargo, el faraón había endurecido su corazón y no quiso dejar ir al pueblo.

La plaga de úlceras

Entonces el Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Tomen de algún horno puñados de ceniza, y que la arroje Moisés al aire en presencia del faraón. La ceniza se convertirá en polvo fino y caerá sobre todo Egipto; esta abrirá úlceras en personas y animales en todo el país».

10 Moisés y Aarón tomaron ceniza de un horno y se plantaron ante el faraón. Allí Moisés la arrojó al aire y se abrieron úlceras purulentas en personas y animales. 11 Los magos no pudieron enfrentarse a Moisés, pues ellos y todos los egipcios tenían úlceras. 12 Pero el Señor endureció el corazón del faraón y, tal como el Señor se lo había advertido a Moisés, no quiso el faraón saber nada de Moisés ni de Aarón.

La plaga de granizo

13 El Señor ordenó a Moisés madrugar al día siguiente y salirle al paso al faraón para advertirle: «Así dice el Señor y Dios de los hebreos: “Deja ir a mi pueblo para que me rinda culto. 14 Porque esta vez voy a enviar el grueso de mis plagas contra ti, y contra tus funcionarios y tu pueblo, para que sepas que no hay en toda la tierra nadie como yo. 15 Si en este momento desplegara yo mi poder, y a ti y a tu pueblo los azotara con una plaga, desaparecerían de la tierra. 16 Pero te he dejado con vida precisamente para mostrarte mi poder y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra. 17 Tú, sin embargo, sigues enfrentándote a mi pueblo y no quieres dejarlo ir. 18 Por eso mañana a esta hora enviaré la peor granizada que haya caído en Egipto desde su fundación. 19 Ordena inmediatamente que se pongan bajo techo tus ganados y todo lo que tengas en el campo, lo mismo personas que animales, porque el granizo caerá sobre los que anden al aire libre y los matará”».

20 Algunos funcionarios del faraón temieron la palabra del Señor y se apresuraron a poner bajo techo a sus esclavos y ganados, 21 pero otros no hicieron caso de la palabra del Señor y dejaron en el campo a sus esclavos y ganados.

22 Entonces el Señor dijo a Moisés: «Levanta los brazos al cielo, para que en todo Egipto caiga granizo sobre la gente y los animales, y sobre todo lo que crece en el campo».

23 Moisés levantó su vara hacia el cielo y el Señor hizo que cayera granizo sobre todo Egipto: envió truenos, granizo y rayos sobre toda la tierra. 24 Llovió granizo y con el granizo caían rayos zigzagueantes. Nunca en toda la historia de Egipto como nación hubo una tormenta peor que esta. 25 El granizo arrasó con todo lo que había en los campos de Egipto, y con personas y animales; acabó con todos los cultivos y destrozó todos los árboles. 26 El único lugar en donde no granizó fue en la tierra de Gosén, donde estaban los israelitas.

27 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón para decirles:

—Esta vez reconozco mi pecado. El Señor ha actuado con justicia, mientras yo y también mi pueblo hemos actuado mal. 28 No voy a detenerlos más tiempo; voy a dejarlos ir. Pero rueguen al Señor, que truenos y granizo los hemos tenido de sobra.

29 —En cuanto yo salga de la ciudad —contestó Moisés—, elevaré mis manos al Señor, cesarán los truenos y dejará de granizar. Así sabrás que la tierra es del Señor. 30 Sin embargo, yo sé que tú y tus funcionarios aún no tienen temor de Dios el Señor.

31 El lino y la cebada fueron destruidos, ya que la cebada estaba en espiga y el lino en flor. 32 Sin embargo, el trigo y el centeno no se echaron a perder porque maduran más tarde.

33 Tan pronto como Moisés dejó al faraón y salió de la ciudad, elevó sus manos al Señor y enseguida cesaron los truenos y dejó de granizar y de llover sobre la tierra. 34 Pero en cuanto vio el faraón que habían cesado la lluvia, el granizo y los truenos, reincidió en su pecado. Tanto él como sus funcionarios endurecieron sus corazones. 35 Tal como el Señor lo había advertido por medio de Moisés, el corazón del faraón fue endurecido y ya no dejó que los israelitas se fueran.

Footnotes

  1. 8:23 distinción (LXX, Siríaca y Vulgata); liberación (TM).

(7.26) el Señor le dijo a Moisés:

—Ve a ver al faraón, y dile: “Así dice el Señor: Deja ir a mi pueblo, para que me adore. (7.27) Porque si tú no lo dejas ir, yo castigaré con ranas a todo tu país. (7.28) El río hervirá de ranas, las cuales saldrán y se meterán en tu palacio, en el lugar donde duermes, sobre tu cama, en las casas de tus funcionarios y de tu gente, en tus hornos y en donde amasan tu pan. (7.29) Las ranas saltarán sobre ti, sobre tus funcionarios y sobre toda tu gente.”

(1) El Señor le dijo a Moisés:

—Dile a Aarón que extienda su bastón sobre los ríos, arroyos y lagunas, para que de allí salgan ranas y llenen el país de Egipto.

(2) Aarón lo extendió sobre las aguas de Egipto, y todo el país se llenó de las ranas que salieron de allí. (3) Sin embargo, los magos hicieron lo mismo por medio de sus artes mágicas, y también trajeron ranas sobre el territorio egipcio. (4) Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón, y les dijo:

—Pídanle al Señor que nos quite las ranas a mí y a mi gente, y dejaré que tu gente vaya a ofrecer sacrificios al Señor.

(5) Moisés le contestó al faraón:

—Dime cuándo quieres que yo le pida por ti, por tus funcionarios y por tu gente, para que las ranas se alejen de ti y de tu palacio, y se queden sólo en el río.

10 (6) —Mañana mismo —dijo el faraón.

Y Moisés contestó:

—Así se hará, para que sepas que no hay nadie como el Señor nuestro Dios. 11 (7) Las ranas se irán de tu palacio y se quedarán solamente en el río. Ya no te molestarán ni a ti, ni a tus funcionarios, ni a tu gente.

12 (8) Moisés y Aarón salieron del palacio del faraón. Después Moisés pidió al Señor que alejara las ranas que había enviado sobre el faraón. 13 (9) El Señor hizo lo que Moisés le pedía, y murieron las ranas que había en casas, patios y campos. 14 (10) La gente recogía las ranas muertas y las amontonaba, y por todas partes olía mal. 15 (11) Sin embargo, en cuanto el faraón se vio libre de su problema, se puso terco y no les hizo caso a Moisés y Aarón, tal como el Señor lo había dicho.

La plaga de mosquitos

16 (12) El Señor le dijo a Moisés:

—Dile a Aarón que extienda su bastón y que golpee con él el polvo de la tierra, para que se convierta en mosquitos en todo Egipto.

17 (13) Así lo hicieron. Aarón extendió su bastón y golpeó el polvo del suelo, y todo el polvo de Egipto se convirtió en mosquitos que atacaban a hombres y animales. 18 (14) Los magos trataron también de producir mosquitos por medio de sus artes mágicas, pero no pudieron. Mientras tanto, los mosquitos atacaban a hombres y animales. 19 (15) Entonces los magos le dijeron al faraón:

—¡Aquí está la mano de Dios!

Pero el faraón se puso terco y no les hizo caso, tal como el Señor lo había dicho.

La plaga de tábanos

20 (16) El Señor le dijo a Moisés:

—El faraón va a ir mañana temprano al río, así que levántate de madrugada y ve a decirle: “Así ha dicho el Señor: Deja ir a mi pueblo, para que me adore. 21 (17) Porque si tú no lo dejas ir, yo enviaré tábanos sobre ti, sobre tus funcionarios y tu gente, y sobre tus casas. Se llenarán de tábanos las casas de los egipcios, y hasta el suelo mismo. 22 (18) Pero cuando eso suceda, haré una excepción con la región de Gosen, donde vive mi pueblo. Allí no habrá un solo tábano. Así sabrás que yo, el Señor, estoy en este país. 23 (19) Haré distinción entre mi pueblo y el tuyo. Esto tendrá lugar mañana.”

24 (20) Así lo hizo el Señor, y una espesa nube de tábanos invadió el palacio del faraón, las casas de sus funcionarios y todo el territorio egipcio. Los tábanos dejaron el país completamente arruinado.

25 (21) Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón, y les dijo:

—Vayan a ofrecer sacrificios a su Dios, pero sin salir del país.

26 (22) Y Moisés contestó:

—No estaría bien hacerlo así, porque los animales que ofrecemos al Señor nuestro Dios son sagrados para los egipcios. Si los egipcios nos vieran sacrificar los animales que ellos adoran, estoy seguro de que nos matarían a pedradas. 27 (23) Debemos ir al desierto, a tres días de camino, y ofrecer allí sacrificios al Señor nuestro Dios, tal como él nos lo ordene.

28 (24) Entonces el faraón dijo:

—Los dejaré ir al desierto para que ofrezcan sacrificios al Señor su Dios, con la condición de que no se vayan demasiado lejos. Y pídanle también por mí.

29 (25) Y Moisés contestó:

—En cuanto yo salga de aquí, le pediré al Señor que mañana se alejen los tábanos de ti, de tus funcionarios y de tu pueblo, siempre y cuando no sigas engañándonos ni impidiendo que los israelitas vayan a ofrecer sacrificios al Señor.

30 (26) En cuanto Moisés salió del palacio del faraón, oró al Señor, 31 (27) y el Señor hizo lo que Moisés le pidió: los tábanos se alejaron del faraón, de sus funcionarios y de su gente. 32 (28) Pero el faraón volvió a ponerse terco, y no dejó ir a los israelitas.

La plaga en el ganado

Entonces el Señor le dijo a Moisés:

—Ve a ver al faraón, y dile: “Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: Deja ir a mi pueblo, para que me adore. Si no los dejas ir, sino que los sigues deteniendo, el Señor descargará su poder sobre tus ganados que están en el campo, y habrá una peste muy grave. Morirán los caballos, los asnos, los camellos, las vacas y las ovejas. Pero el Señor hará distinción entre los ganados de Israel y los de Egipto, para que no muera ningún animal de los israelitas.”

Además el Señor puso un plazo, y dijo:

—Yo haré esto mañana.

Al día siguiente, el Señor lo hizo. Todo el ganado egipcio murió, pero del ganado israelita no murió ni un solo animal. El faraón mandó a ver el ganado de Israel, y resultó que ningún animal había muerto. Sin embargo, se puso terco y no dejó ir a los israelitas.

La plaga de llagas

Entonces el Señor les dijo a Moisés y Aarón:

—Tomen puñados de ceniza de un horno, y que arroje Moisés la ceniza hacia arriba, en presencia del faraón. La ceniza se convertirá en polvo y se extenderá por todo el país, produciendo llagas en todos los hombres y animales de Egipto.

10 Moisés y Aarón tomaron ceniza de un horno y fueron a ver al faraón. Allí Moisés arrojó la ceniza hacia arriba, y tanto hombres como animales quedaron cubiertos de llagas. 11 Los magos no pudieron hacerle frente a Moisés, porque ellos, lo mismo que todos los egipcios, estaban cubiertos de llagas. 12 Pero el Señor hizo que el faraón se pusiera terco y que no les hiciera caso a Moisés y Aarón, tal como el Señor le había dicho a Moisés.

La plaga de granizo

13 Entonces el Señor le dijo a Moisés:

—Levántate mañana temprano, y ve a decirle al faraón: “Así ha dicho el Señor, el Dios de los hebreos: Deja ir a mi pueblo, para que me adore; 14 porque esta vez voy a enviar todas mis plagas contra ti, y contra tus funcionarios y tu gente, para que sepas que no hay otro como yo en toda la tierra. 15 Yo podría haberte mostrado mi poder castigándote a ti y a tu pueblo con una plaga, y ya habrías desaparecido de la tierra; 16 pero te he dejado vivir para que veas mi poder, y para darme a conocer en toda la tierra. 17 A pesar de eso, tú sigues oponiéndote a mi pueblo y no lo dejas ir. 18 ¡Pues bien! Mañana a esta hora haré que caiga una fuerte granizada, como no ha caído otra igual en toda la historia de Egipto. 19 Así que manda poner en lugar seguro tu ganado y todo lo que tienes en el campo, porque el granizo, al caer, matará a todos los hombres y animales que estén al aire libre y no bajo techo.”

20 Algunos funcionarios del faraón tuvieron miedo de la advertencia del Señor, y pusieron a sus esclavos y animales bajo techo; 21 pero hubo otros que no la tomaron en serio, y los dejaron al aire libre. 22 Entonces el Señor le dijo a Moisés:

—Levanta tu brazo hacia el cielo, para que en todo Egipto caiga granizo sobre hombres y animales, y sobre las plantas de los campos egipcios.

23 Moisés levantó su brazo hacia el cielo, y el Señor envió truenos, rayos y granizo sobre la tierra. Hizo que granizara en todo Egipto, 24 y el granizo y los rayos caían sin parar. En toda la historia de Egipto jamás había caído una granizada tan fuerte. 25 El granizo destrozó todo lo que había en el territorio egipcio: destruyó hombres y animales, y todas las plantas del campo, y desgajó además todos los árboles del país. 26 A pesar de eso, en la tierra de Gosen, donde vivían los israelitas, no cayó un solo granizo.

27 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón, y les dijo:

—Reconozco que he pecado. La culpa es mía y de mi pueblo, y no del Señor. 28 Demasiados truenos y granizo hemos tenido ya, así que no voy a detenerlos más. Pídan ustedes al Señor por nosotros, y yo los dejaré ir.

29 Y Moisés le contestó:

—Tan pronto como yo salga de la ciudad, levantaré mis manos en oración al Señor. Entonces dejará de granizar y no habrá más truenos, para que sepas que la tierra es del Señor. 30 Pero yo sé bien que ni tú ni tus funcionarios tienen todavía temor de Dios el Señor.

31 Los sembrados de lino y de cebada quedaron destrozados, pues la cebada estaba ya en espiga y el lino estaba en flor. 32 Pero al trigo y al centeno no les pasó nada porque brotan más tarde.

33 Cuando Moisés salió de la ciudad, después de haber estado con el faraón, levantó sus manos al Señor en oración. Inmediatamente dejó de granizar y de llover, y no hubo más truenos. 34 Pero en cuanto el faraón vio que ya no llovía, ni granizaba, ni había truenos, volvió a pecar. Y no sólo él se puso terco, sino también sus funcionarios. 35 El faraón se puso terco y no dejó ir a los israelitas, tal como el Señor lo había dicho antes por medio de Moisés.

¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios. ¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito:

Para que seas justificado en tus palabras,

Y venzas cuando fueres juzgado.(A)

Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.) En ninguna manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo? Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador? ¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es justa, afirman que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?

No hay justo

¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. 10 Como está escrito:

No hay justo, ni aun uno;

11 No hay quien entienda,

No hay quien busque a Dios.

12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;

No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.(B)

13 Sepulcro abierto es su garganta;

Con su lengua engañan.(C)

Veneno de áspides hay debajo de sus labios;(D)

14 Su boca está llena de maldición y de amargura.(E)

15 Sus pies se apresuran para derramar sangre;

16 Quebranto y desventura hay en sus caminos;

17 Y no conocieron camino de paz.(F)

18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.(G)

19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él;(H) porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.

La justicia es por medio de la fe

21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo,(I) para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. 28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. 29 ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. 30 Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión. 31 ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.

Fidelidad de Dios

Entonces, ¿qué se gana con ser judío o qué valor tiene la circuncisión? Mucho, desde cualquier punto de vista. En primer lugar, a los judíos se les confiaron las palabras mismas de Dios.

Pero entonces, si a algunos no creyeron, ¿acaso su incredulidad anula la fidelidad de Dios? ¡De ninguna manera! Dios es siempre veraz, aunque el hombre sea mentiroso. Así está escrito:

«Por eso, eres justo en tu sentencia,
    y triunfarás cuando te juzguen».[a]

Pero si nuestra injusticia pone de relieve la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Que Dios es injusto al descargar sobre nosotros su ira? (Hablo en términos humanos). ¡De ninguna manera! Si así fuera, ¿cómo podría Dios juzgar al mundo? Alguien podría objetar: «Si mi mentira destaca la verdad de Dios y así aumenta su gloria, ¿por qué todavía se me juzga como pecador? ¿Por qué no decir: Hagamos lo malo para que venga lo bueno?». Así nos calumnian algunos, asegurando que eso es lo que enseñamos. ¡Pero bien merecida se tienen la condenación!

No hay un solo justo

¿A qué conclusión llegamos? ¿Acaso los judíos somos mejores? ¡De ninguna manera! Ya hemos demostrado que tanto los judíos como los que no son judíos están bajo el pecado. 10 Así está escrito:

«No hay un solo justo, ni siquiera uno;
11     no hay nadie que entienda,
    nadie que busque a Dios.
12 Todos se han descarriado;
    juntos se han corrompido.
No hay nadie que haga lo bueno;
    ¡no hay uno solo!».[b]
13 «Su garganta es un sepulcro abierto;
    de su lengua salen engaños».[c]
«¡Veneno de víbora hay en sus labios!».[d]
14     «Llena está su boca de maldiciones y de amargura».[e]
15 «Veloces son sus pies para ir a derramar sangre;
16     dejan ruina y miseria en sus caminos,
17 y no conocen la senda de la paz».[f]
18     «No hay temor de Dios delante de sus ojos».[g]

19 Ahora bien, sabemos que todo lo que dice la Ley, lo dice a quienes están sujetos a ella, para que todo el mundo se calle la boca y quede convicto delante de Dios. 20 Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la Ley; más bien, mediante la Ley cobramos conciencia del pecado.

La justicia mediante la fe

21 Pero ahora, sin la mediación de la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la Ley y los Profetas. 22 Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, 23 pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, 24 pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó.[h] 25 Dios lo ofreció como un sacrificio para obtener el perdón de pecados, el cual se recibe por la fe en su sangre. Así demostró su justicia, porque a causa de su paciencia, había pasado por alto los pecados pasados. 26 Lo hizo para demostrar en el tiempo presente su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús.

27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál principio? ¿Por el de la obediencia de la Ley? No, sino por el de la fe. 28 Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe y no por las obras que la Ley exige. 29 ¿Es acaso Dios solo Dios de los judíos? ¿No lo es también de los no judíos? Sí, también es Dios de los no judíos, 30 pues no hay más que un solo Dios. Él justificará por la fe a los que están circuncidados y, mediante esa misma fe, a los que no lo están. 31 ¿Quiere decir que anulamos la Ley con la fe? ¡De ninguna manera! Más bien, confirmamos la Ley.

Footnotes

  1. 3:4 Sal 51:4.
  2. 3:12 Sal 14:1-3; 53:1-3; Ec 7:20.
  3. 3:13 Sal 5:9.
  4. 3:13 Sal 140:3.
  5. 3:14 Sal 10:7.
  6. 3:17 Is 59:7,8.
  7. 3:18 Sal 36:1.
  8. 3:24 redención … efectuó. Lit. redención en Cristo Jesús.

Entonces, ¿qué ventajas tiene el ser judío o el estar circuncidado? Muchas y por muchas razones. En primer lugar, Dios confió su mensaje a los judíos. ¿Qué pasa entonces? ¿Acaso Dios dejará de ser fiel, por el hecho de que algunos de ellos hayan sido infieles? ¡Claro que no! Al contrario, Dios actúa siempre conforme a la verdad, aunque todo hombre sea mentiroso; pues la Escritura dice:

«Serás tenido por justo en lo que dices,
y saldrás vencedor cuando te juzguen.»

Pero si nuestra maldad sirve para poner de relieve que Dios es justo, ¿qué diremos? ¿Que Dios es injusto cuando nos castiga? (Hablo según criterios humanos.) ¡Claro que no! Porque si Dios fuera injusto, ¿cómo podría juzgar al mundo?

Pero si mi mentira sirve para que la verdad de Dios resulte todavía más gloriosa, ¿por qué se me juzga a mí como pecador? En tal caso, ¿por qué no hacer lo malo para que venga lo bueno? Esto es precisamente lo que algunos, para desacreditarme, dicen que yo enseño; pero tales personas merecen la condenación.

Todos han pecado

¿Qué pues? ¿Tenemos nosotros, los judíos, alguna ventaja sobre los demás? ¡Claro que no! Porque ya hemos demostrado que todos, tanto los judíos como los que no lo son, están bajo el poder del pecado, 10 pues las Escrituras dicen:

«¡No hay ni uno solo que sea justo!
11 No hay quien tenga entendimiento;
no hay quien busque a Dios.
12 Todos se han ido por mal camino;
todos por igual se han pervertido.
¡No hay quien haga lo bueno!
¡No hay ni siquiera uno!
13 Su garganta es un sepulcro abierto,
su lengua es mentirosa,
sus labios esconden veneno de víbora
14 y su boca está llena de maldición y amargura.
15 Sus pies corren ágiles a derramar sangre;
16 destrucción y miseria hay en sus caminos,
17 y no conocen el camino de la paz.
18 Jamás tienen presente que hay que temer a Dios.»

19 Sabemos que todo lo que dice el libro de la ley, lo dice a quienes están sometidos a ella, para que todos callen y el mundo entero caiga bajo el juicio de Dios; 20 porque nadie podrá decir que ha cumplido la ley y que Dios debe reconocerlo como justo, ya que la ley solamente sirve para hacernos saber que somos pecadores.

21 Pero ahora, sin la ley, Dios ha mostrado de qué manera nos hace justos, y esto lo confirman la misma ley y los profetas: 22 por medio de la fe en Jesucristo, Dios hace justos a todos los que creen. Pues no hay diferencia: 23 todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios. 24 Pero Dios, en su bondad y gratuitamente, los hace justos, mediante la liberación que realizó Cristo Jesús. 25 Dios hizo que Cristo, al derramar su sangre, fuera el instrumento del perdón. Este perdón se alcanza por la fe. Así quería Dios mostrar cómo nos hace justos: perdonando los pecados que habíamos cometido antes, 26 porque él es paciente. Él quería mostrar en el tiempo presente cómo nos hace justos; pues así como él es justo, hace justos a los que creen en Jesús.

27 ¿Dónde, pues, queda el orgullo del hombre ante Dios? ¡Queda eliminado! ¿Por qué razón? No por haber cumplido la ley, sino por haber creído. 28 Así llegamos a esta conclusión: que Dios hace justo al hombre por la fe, independientemente del cumplimiento de la ley.

29 ¿Acaso Dios es solamente Dios de los judíos? ¿No lo es también de todas las naciones? ¡Claro está que lo es también de todas las naciones, 30 pues no hay más que un Dios: el Dios que hace justos a los que tienen fe, sin tomar en cuenta si están o no están circuncidados! 31 Entonces, ¿con la fe le quitamos el valor a la ley? ¡Claro que no! Más bien afirmamos el valor de la ley.