Job 7-8
Nueva Versión Internacional
7 »¿No tenemos todos una obligación en este mundo?
¿No son nuestros días como los de un jornalero?
2 Como el esclavo que espera con ansias la noche,
como el jornalero que ansioso espera su paga,
3 meses enteros he vivido en vano;
me han tocado noches de miseria.
4 Me acuesto y pienso:
“¿Cuánto falta para que amanezca?”.
La noche se me hace interminable;
me canso de dar vueltas en la cama hasta el amanecer.
5 Tengo el cuerpo cubierto de gusanos y de costras;
la piel se me rasga y me supura.
6 »Mis días se van más veloces que una lanzadera,
y sin esperanza alguna llegan a su fin.
7 Recuerda, oh Dios, que mi vida es un suspiro;
que ya no verán mis ojos la felicidad.
8 Los ojos que hoy me ven no me verán mañana;
pondrás en mí tus ojos, pero ya no existiré.
9 Como nubes que se diluyen y se pierden,
los que bajan a los dominios de la muerte[a] ya no vuelven a subir.
10 Nunca más regresan a su casa;
desaparecen de su lugar.
11 »Por lo que a mí toca, no guardaré silencio;
la angustia de mi espíritu me lleva a hablar,
la amargura en que vivo me obliga a protestar.
12 ¿Soy acaso el mar o el monstruo marino,
para que me pongas bajo vigilancia?
13 Cuando pienso que en mi lecho hallaré consuelo
o encontraré alivio a mi queja,
14 aun allí me infundes miedo en mis sueños;
¡me aterras con visiones!
15 ¡Preferiría que me estrangularan
a seguir viviendo en este cuerpo!
16 Tengo en poco mi vida; no quiero vivir para siempre.
¡Déjame en paz, que mi vida no tiene sentido!
17 »¿Qué es el hombre a quien das tanta importancia,
que tanta atención le concedes,
18 que cada mañana examinas
y a toda hora lo pones a prueba?
19 Aparta de mí la mirada;
¡déjame al menos tragar saliva!
20 Si he pecado, ¿en qué te afecta,
vigilante de los mortales?
¿Por qué te ensañas conmigo?
¿Acaso te soy una carga?[b]
21 ¿Por qué no me perdonas mis pecados?
¿Por qué no pasas por alto mi maldad?
Un poco más y yaceré en el polvo;
me buscarás, pero habré dejado de existir».
Primer discurso de Bildad
8 A esto respondió Bildad de Súah:
2 «¿Hasta cuándo seguirás hablando así?
¡Tus palabras son un viento huracanado!
3 ¿Acaso Dios pervierte la justicia?
¿Acaso tuerce el derecho el Todopoderoso?
4 Si tus hijos pecaron contra Dios,
él les dio lo que su pecado merecía.
5 Pero si tú buscas a Dios,
si diriges tu súplica al Todopoderoso,
6 y si eres puro e intachable,
él saldrá en tu defensa[c]
y te restablecerá en el lugar que te corresponde.
7 Modestas parecerán tus primeras riquezas,
comparadas con tu prosperidad futura.
8 »Pregunta a las generaciones pasadas;
averigua lo que descubrieron sus antepasados.
9 Nosotros nacimos ayer y nada sabemos;
nuestros días en este mundo son como una sombra.
10 Pero ellos te instruirán, te lo harán saber;
compartirán contigo su experiencia.
11 ¿Puede crecer el papiro donde no hay pantano?
¿Pueden crecer los juncos donde no hay agua?
12 Aunque estén floreciendo y nadie los haya cortado,
se marchitan antes que otra hierba.
13 Tal es el destino de los que se olvidan de Dios;
así termina la esperanza de los impíos.
14 Muy frágiles[d] son sus esperanzas;
han puesto su confianza en una telaraña.
15 No podrán sostenerse cuando se apoyen en ella;
no quedarán en pie cuando se prendan de sus hilos.
16 Son como plantas frondosas expuestas al sol,
que extienden sus ramas por todo el jardín:
17 hunden sus raíces en torno a un montón de piedras
y buscan arraigarse entre ellas.
18 Pero si las arrancan de su sitio,
ese lugar negará haberlas visto.
19 ¡Así termina su alegría de vivir
y del suelo brotan otras plantas!
20 »Dios no rechaza a quien es íntegro
ni brinda su apoyo a quien hace el mal.
21 Pondrá de nuevo risas en tu boca
y gritos de alegría en tus labios.
22 Tus enemigos se cubrirán de vergüenza
y desaparecerán las moradas de los malvados».
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