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¡Cómo se ha empañado el oro!
    ¡Cómo perdió su brillo el oro fino!
¡Esparcidas por todas las esquinas
    están las piedras del santuario!

Los habitantes de Sión, tan estimados,
    los que valían su peso en oro,
ahora son tratados como ollas de barro
    hechas por un simple alfarero.

Hasta las hembras de los chacales dan la teta
    y amamantan a sus cachorros,
pero la capital de mi pueblo es cruel,
    cruel como un avestruz del desierto.

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