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No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia;
Inclina a mí tu oído;
Apresúrate a responderme el día en que te invoque.

Porque mis días se desvanecen como humo,
Y mis huesos están quemados cual tizón.
Mi corazón está marchito como la hierba cortada,
Y me olvido de comer mi pan.

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